La fragilidad de la industria de los conciertos en España, formada en su gran mayoría por autónomos y pequeñas empresas, ha quedado patente en esta crisis. Sin embargo, su histórica ausencia de cohesión se ha visto resuelta en los últimos meses de manera enérgica, eficiente e, incluso, inspiradora. Una camino ejemplar en el que muchos emprendedores pueden reflejarse. Por Carlos Siles.
La escuchamos en Spotify, hay quien aún compra discos -aunque muchos no lo creáis-, suena en la televisión… La música está tan integrada en nuestras vidas que pocas veces nos hemos parado a pensar en ella como industria. Cuando se tomaron las primeras medidas para frenar la expansión del COVID-19, muchos se solidarizaron con el sector de la hostelería, un gran león que ha estado enfermando intermitentemente desde marzo, sin visos de recuperar lo que un día fue. España entera hablando de los bares, de cuantas personas por mesa, de qué distancia, de a qué hora… A la vez, Spotify seguía funcionando, algunos seguíamos comprando discos y los programas de la televisión seguían teniendo banda sonora.
Sin embargo, el silencio continuaba cerniéndose hasta límites escalofriantes en un sector que poco tiene que ver con los intereses de grandes medios de comunicación, de restaurantes o de plataformas digitales: el sector de la música en directo.
La punta del iceberg
La industria musical siempre ha ido de la mano de la hostelería, de una u otra manera. Sin embargo, los conciertos han estado relegados casi siempre a una mera muleta. Una muleta para una discoteca que quiere arrancar la noche con el local ambientado; parte del presupuesto de publicidad de una gran marca de alcohol que quiere que se le relacione con bandas emergentes; el acompañamiento del evento de una empresa que quiere lanzar una nueva línea de producto más fresca y moderna…
¿Y qué pasa cuando las discotecas, el consumo de alcohol o los eventos paran? Pues que la música en directo también para. Y no, no me refiero solo a los músicos, me refiero a técnicos de sonido, técnicos de iluminación, road managers, transportistas, profesionales de la producción, programadores, personal de control de acceso, acomodadores, fotógrafos, videógrafos y un largo etcétera. Sin olvidar a los músicos y a los propietarios de las salas de conciertos. Con estos últimos caen gran parte de todos los anteriores.
La falta histórica de un liderazgo claro no ha sido sino un reflejo del sentimiento de impotencia, de desamparo y de falta de cohesión. Al fin y al cabo, al menos eso nos han hecho creer promotores agoreros y muchos aprovechados del sector, “los conciertos no dan dinero”. Esto no ha hecho sino alimentar un status de hijo bastardo del turismo o de la hostelería. Ese hijo del que nadie quiere saber demasiado, vaya a ser que llame la atención o nos exija responsabilidades.
Liderar desde el miedo propio es inviable. Sin embargo, si algo ha enseñado en estos tiempos la industria de la música es que sumar siempre es positivo. Tanto que gracias a ello puedes incluso volver a sentar las bases e iniciar un nuevo y prometedor camino.
La importancia del talento
Lo más difícil a la hora de que un sector defienda sus intereses es encontrar unidad. La necesidad ha hecho que la fortaleza llegue de la mano. Gracias a ello, un mensaje claro y unísono ha calado en la sociedad: “El sector se está muriendo”. Esto es algo que lleva pasando mucho tiempo al igual que le está ocurriendo a otras muchas empresas de distintos sectores. Sin embargo, la industria de la música en directo ha decidido hacer algo al respecto: unirse y buscar un horizonte común. Esto no ha hecho otra cosa que inspirar a muchos otros agentes del entorno que han sido conscientes del problema. Esto es una lección, no sólo de liderazgo sino de talento.
Gracias a iniciativa Alerta Roja #hacemoseventos se ha marcado un antes y un después en el sector de la música en vivo y de los eventos en general, que vio su espejo en movimientos similares con gran éxito mediático en otros países. Nombrado incluso Fenómeno Musical del Año en los Premios Ondas 2020, el impacto en todo el país ha sido inaudito y ha traído cola. Se tiñeron de luto las calles de 28 provincias españolas reivindicando el regreso de la agenda cultural y poniendo hincapié en el esfuerzo que el sector está haciendo frente al COVID-19 en los pocos eventos activos. Si esto no es un ejemplo impecable de marketing, apaga y vámonos.
Nada menos que 700.000 profesionales que han decidido hacerse dueños de un mensaje propio después de décadas dependiendo del altavoz, sobre todo, de la hostelería.
Aunque las salas de Madrid siempre han estado bien organizadas gracias a asociaciones como La Noche en Vivo, ha sido en estos últimos meses cuando todos los gremios y todas las salas han decidido subir un escalón más y hacerse visibles al resto de la sociedad defendiendo intereses y valores comunes pero propios de un sector con unas particularidades muy concretas. Han liderado su propia revolución más allá del, mal denominado, ocio nocturno.
Establecer los valores y construir el futuro
Igual de impactante ha sido la reciente campaña que han lanzado las salas de música en vivo nacionales en colaboración con artistas conocidos de la escena patria bajo el lema El último concierto. Mediante esta exitosa campaña han logrado que muchos nos imaginemos que, efectivamente, va a ser la última vez que podamos ver en directo a nuestro artista favorito o tomar una copa en la sala de conciertos de nuestro barrio. ¿Un presente distópico? No tanto. Es, prácticamente, la realidad. Una realidad que nos han hecho ver de manera interesante y efectiva después de meses trabajando codo con codo.
Los profesionales de la música en vivo ya están manos a la obra. Unidos y convencidos de cada pequeño paso, ahora nos toca aprender al resto de agentes. Hace falta no ya encabezar el cambio, sino parar y analizar cuáles son nuestros valores como ciudadanos. Qué necesitamos. Sentar las bases de nuestra sociedad, re-cimentarla. Como el ejemplo que supuso la vida de Pau Donés y su manera de ver las cosas: un liderazgo basado en la gratitud, con una mirada franca y optimista que se acentuó aún más tras serle diagnosticada su enfermedad.
Que el arte haya generado en España tantos miles de puestos de trabajo es un orgullo y dice mucho de nosotros como sociedad. Hay que fortalecer el sector para que resurja y no vuelva a caer como ha hecho y sigue haciendo a pesar de todo. Y tenemos que dejarnos inspirar.
Yo necesito la música en vivo, y también necesito ejemplos como el que nos ha dado este sector. Pongo la mano en el fuego a que tú, aunque sea por amor al arte, también.
Por Carlos Siles | Músico, programador de conciertos y periodista