
Jordi Riera| Barcelona
Senior Manager de FIDS de Ernst & Young
Los periodos de crisis se han convertido en el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de las conductas fraudulentas en el seno de las empresas. La tentación de acudir a prácticas poco éticas crece cuanto mayor es la presión por alcanzar nuestro objetivo, por ejemplo, los resultados de la compañía o las cifras de ventas. Pese a que es una tendencia más o menos general en toda Europa resulta preocupante que nueve de cada diez directivos españoles se muestre dispuesto a traspasar ciertas barreras si con ello se logran los objetivos marcados, según la última Encuesta Europea sobre el Fraude y la Corrupción, elaborada por Ernst & Young. Además de los perjuicios económicos que un caso de estas características puede ocasionar a una empresa, no debe minusvalorarse el riesgo reputacional, que es, incluso, más relevante ya que su impacto es incalculable e impredecible durante muchos años. En este contexto, los programas antifraude juegan un papel fundamental a la hora de mitigar estos riesgos en las compañías.
[pullquote] Nueve de cada diez directivos españoles se muestra dispuesto a traspasar ciertas barreras si con ello se logran los objetivos marcados. [/pullquote]
Conviene recordar que en este tipo de cuestiones las soluciones generalizadas no sirven para casi nada. Un programa de estas características supone un traje a medida para cada empresa ya que se contemplan muchas variables como la cultura de la empresa, el sector, los sistemas de control ya implantados o los países donde opera, por citar sólo algunas.
Pero ante todo, la empresa debe transmitir a sus empleados, directivos y terceras partes la importancia de los riesgos a los que se enfrentan, así como su compromiso con las políticas antifraude y anticorrupción. Es lo que los expertos denominan establecer un tono apropiado. Es decir, diseñar políticas claramente articuladas, como por ejemplo un código de conducta o de ética que promulgue y obligue a todos los directivos y empleados a respetar y promover las buenas prácticas empresariales y personales. Este tipo de políticas no deben de circunscribirse sólo al seno de la empresa puesto que también deben ser conocidas y aceptadas por terceras personas u organizaciones con las que exista relación.
[pullquote] No basta con tener políticas encaminadas a disuadir los comportamientos prohibidos sino que deben realizarse evaluaciones periódicas de los riesgos de fraude. [/pullquote]
Asimismo, ese tono apropiado debe ir acompañado de políticas específicas de prevención del fraude como pueden ser los canales éticos o de denuncias para empleados y terceros o la formación en técnicas de detección de fraude para determinados empleados.
Otra de las características principales de los programas antifraude es la proactividad. No basta con tener políticas encaminadas a disuadir los comportamientos prohibidos sino que deben realizarse evaluaciones periódicas de los riesgos de fraude con el propósito de identificar las áreas más sensibles. Posteriormente, deben identificarse los controles que mitiguen dichos riesgos y evaluar, al menos anualmente, su idoneidad desde el punto de vista del diseño y de la eficiencia.
Por último, los programas antifraude deben incluir el plan de respuesta ante hechos fraudulentos. En este sentido, es importante que las compañías respondan de forma ejemplar ante actos ilícitos cometidos en el seno de sus organizaciones. Para ello, han de disponer de protocolos de actuación para gestionar las sospechas ante este tipo de situaciones y las posibles investigaciones que se deriven. Además, el plan de respuesta debe incluir procedimientos de comunicación periódica a los empleados con el objetivo de reafirmar el compromiso de la compañía en su lucha contra los comportamientos reprobables.
En definitiva, lo más importante cuando se pretende implantar un programa de prevención del fraude y de la corrupción es que exista una valoración periódica de los riesgos a los que se enfrenta la empresa, que se adapte a las circunstancias específicas de la organización y que esté enfocado a promover y dar a conocer una cultura de integridad dentro de la empresa.