Lecciones de liderazgo de la embajadora británica más jóven de la historia

En 2008 fui convocada como embajadora británica en Guatemala, Honduras y El Salvador. Por aquel entonces, tenía 30 años y vivía en Etiopía. A pocos meses de hacerme con el control del español, llegué a la Ciudad de Guatemala temprano en 2009 ansiosa por ir.

Siempre he cogido trabajos que, apelaban a mi sentido de desafío; trabajos que en mis entrañas sentía que eran la decisión correcta. Pero no fue mucho tiempo después de llegar, cuando empecé a preguntarme si habría mordido más de lo que era capaz de masticar.

Mirando a mi alrededor, me sentí terriblemente fuera de lugar– tenía la mitad de la edad de mis homólogos y solo había cinco mujeres embajadoras. Mientras algunas personas me apoyaron de manera increíble, otros empezaron rumores que me sentaron terriblemente mal al principio. Como que mi padre era amigo de David Miliband- de la Secretaría de Exteriores de Reino Unido. O quizás no enviar un “embajador adecuado” fue la manera de Reino Unido de insultar a Guatemala, la cual estaba involucrada después de todo, en una disputa territorial con la ex colonia británica Belice.

Ha sido un honor y un espaldarazo ser la embajadora británico más joven de la historia, pero eso nunca me preocupó. ¿Podría yo ser realmente efectiva?

Me llevó tiempo darme cuenta de que, mientras ser joven me hacía sentir fuera de lugar, era también la clave que me daría una gran fuerza. Siendo diferente y no encajando en la norma, supe que también tenía mucha más capacidad de maniobra. Podía llegar a personas que normalmente no querían hablar con embajadores; Podía hacer cosas que no se esperaban que se hicieran: y podía atraer la atención mientras hacía todo esto, lo que no solo me daba voz, si no también público.

Uno de los logros de los más que me sentí más orgullosa de mi tiempo en Guatemala, junto con ser comercial y una empleada consular, fue ayudar a grupos de jóvenes con una campaña para romper el ciclo doméstico de violencia, particularmente contra las chicas y las mujeres. Para despertar la conciencia sobre este asunto, organizamos una cadena humana de más de 12.000 personas desde la cima a los pies de uno de los volcanes de Guatemala. Reunimos a supervivientes de la violencia, junto con personalidades de negocios, organizaciones, medios, la Iglesia, deportes, estrellas de la música, ministros del gobierno e incluso el Presidente del país. Cuando miro hacia atrás y recuerdo ese momento, el proyecto era increíblemente ambicioso. Pero teníamos fe y pasión. Queríamos hacer algo que provocara un cambio y estuve orgullosa de poder usar mi posición para ayudar. Mi edad ya no me limitaba, si no que me espoleaba.

Cuando volví de Guatemala en 2012, trabajé para la campaña GREAT Britain, promocionando a la Gran Bretaña en el extranjero y luego decidí tomarme un tiempo de descanso en el sector público para trabajar en una compañía joven y de rápido crecimiento dedicada a las comunicaciones.

De repente estaba rodeada de empresarios y, definitivamente, no era la “más joven”. Estos hombres y mujeres invertían sus 20 años en nuevos productos, para construir negocios y crear empleos. Después de todo, mi heroína en los negocios Karren Bradu,  llevaba su primer club de futbol a los 23 años, y cómo no, Mark Zuckerberg, lanzó Facebook con solo 19 años.

Pero quizás mi mayor reto llegó en agosto del año pasado, cuando tuve hijos. Ahora de vuelta al trabajo en jornada completa, definitivamente ya no me siento joven, pero me siento más feliz, y más decidida que nunca para ser un sólido modelo a seguir.

Sin ninguna duda ellos crecerán para hacer trabajos que todavía no se han inventado, con los que pagarán un pequeño coche solar que les llevará a una fiesta para la que, seguramente, les diré que son demasiado jóvenes. Aunque intentaré no hacerlo. Porque si he aprendido algo de ser un líder joven, es que asunciones sobre lo que podemos o no hacer dependiendo de nuestra edad (ya sea por ser demasiado mayores o jóvenes), tienden a ser infundadas.

Lo que pienso que es importante en esta era de rápido cambio es nuestra habilidad de adaptarnos e innovar. Dejando a un lado la edad, necesitamos ayudarnos entre nosotros a probar cosas nuevas y crear un ambiente en el que es genuinamente aceptable equivocarse.

Pero dar a la gente espacio para fracasar es, en mi experiencia, mucho más sencillo en pequeñas compañías privadas que en grandes corporaciones o departamentos gubernamentales.  Es aquí donde las redes como la Young Global Leaders del Foro Económico Mundial llegan a ser tan importantes, transfiriendo lecciones a través de las divisiones de los sectores públicos, privados y terciarios, así como de un país a otro.

Texto traducido desde: www.weforum.org