Hace casi una década que empezó a hablarse de la inminente llegada de la Cuarta Revolución Industrial: un momento histórico caracterizado por la denominada Industria 4.0, que a su vez estaría integrada por las fábricas inteligentes o conectadas. Estos conceptos nacieron en Alemania, cuyas potentes empresas industriales y tecnológicas empezaron entonces a cooperar con la intención de seguir liderando la producción industrial del futuro.
Más allá de la rimbombante terminología acuñada, la máquina de vapor de esta nueva Industria 4.0 son las nuevas tecnologías digitales, que intentan utilizarse en beneficio de la fabricación industrial, ya sea optimizando los procesos productivos, aumentando su eficiencia o reduciendo sus costes. Además, la digitalización de la industria permite reducir el time to market de los productos y posibilita una mayor personalización de los mismos.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, la Industria 4.0 es más flexible, porque maneja información en tiempo real, y puede ajustarse mejor a las constantes variaciones de la demanda. En términos laborales, se espera que las factorías inteligentes supongan un freno a la creciente deslocalización industrial e incluso abanderen el fenómeno contrario. Es decir, que la digitalización de la industria obligue a acercar las fábricas a los clientes para que puedan responder de una manera más rápida a sus nuevas necesidades.
En términos laborales, se espera que las factorías inteligentes supongan un freno a la creciente deslocalización industrial
Automatizar todo lo automatizable
Ése es el principio por el que se rige la Industria 4.0: si algo es automatizable, debe automatizarse. Y eso implica utilizar todas las nuevas tecnologías digitales a nuestro alcance, lo que abarca desde el Internet de las Cosas hasta el Blockchain, pasando por la inteligencia artificial, los drones, el Big Data, el cloud y, por supuesto, la robótica.
Algunos sectores ya están mostrando el camino a seguir al resto de industrias, introduciendo masivamente estas tecnologías. Es el caso de la industria energética, que ya emplea el Internet de las Cosas para arreglar a distancia los aerogeneradores de los parques eólicos, pero también los drones para supervisar los huertos solares o los sistemas de monitorización de redes para mejorar su operatividad y evitar fugas de energía o incluso fraudes.
La potente industria del automóvil, en plena reconversión, también está realizando importantes esfuerzos en materia de digitalización. Por ejemplo, los principales fabricantes de coches ya están estudiando soluciones de sensorización para sus instalaciones más antiguas, así como el uso de herramientas de monitorización en tiempo real y de mapeo de fábricas o la introducción de robots para el transporte de materiales en los almacenes.
España mira hacia el norte
Si Alemania quiere ser la locomotora europea de esta Cuarta Revolución Industrial, el norte de nuestro país quiere hacer lo propio respecto al conjunto de España. Fundamentalmente el País Vasco, que siempre ha sido una región fuertemente industrializada. Para ello, incluso ha diseñado una Estrategia de Especialización Inteligente, que tiene como objetivo modernizar sus fábricas, históricamente ligadas a la industria pesada (siderurgia, metalurgia, etc.).
El modelo de digitalización elegido por el País Vasco apuesta por la colaboración público-privada, pero también por la cooperación entre las viejas compañías industriales y las jóvenes startups tecnológicas. El resultado es un creciente número de aceleradoras e incubadoras de proyectos directamente ligados a la fabricación conectada. También destaca el apoyo de la Universidad de Mondragón, que ya ha puesto en marcha varias titulaciones que tienen como objetivo formar a los futuros profesionales de esta Industria 4.0.
La otra región que más pasos está dando en esta misma dirección es Galicia, empeñada en digitalizar sus industrias textil, agroalimentaria, naval, maderera o aeronáutica. Al igual que en el caso del País Vasco, la estrategia elegida por la Xunta de Galicia también fomenta la colaboración entre las grandes empresas industriales y las startups y cuenta con el millonario respaldo de las instituciones autonómicas.
Pese a ello, el camino a recorrer por el conjunto de la industria española es todavía muy largo, ya que un informe de la consultora PwC indica que sólo el 32% de nuestras empresas industriales se encuentran en un nivel de digitalización avanzado. Eso significa que dos tercios se están quedando atrás en una carrera que, no lo olvidemos, cuenta con la participación de las compañías industriales y tecnológicas más potentes del mundo.
Sólo el 32% de nuestras empresas industriales se encuentran en un nivel de digitalización avanzado