El gran poder de la influencia

%banner%
%home%

José Manuel Chapado | Madrid

Socio de ISAVIA y autor de Vértigo
@jmchapado

 

Influimos tanto cuando hacemos como cuando no hacemos. Influimos aunque no queramos. La vida así nos lo demuestra. La mejor influencia suele ser la provocada por comportamientos y conductas concretas, palabras y gestos… Éstos son ejemplos de hacer. Lo que nos exaspera e irrita de otros es el silencio, la indecisión, la duda, la maldita indefinición y esa cobarde inhibición. Éstos son ejemplos de no hacer.

Sus efectos perversos son más evidentes cuando de la voluntad de un pusilánime depende nuestra capacidad de actuación. O sea, cuando de quien hablamos es, por ejemplo, de nuestro jefe. Por cierto, ¿cómo hablan de ti tus colaboradores?

Influimos con nuestro hacer. Hacer implica una conducta, una acción consciente. De esa acción se derivan consecuencias, que no siempre son las que queremos. A veces nos equivocamos, aunque también acertamos la mayoría de las veces. Influimos también con nuestro no-hacer, que es una ausencia de conducta, una no-acción inconsciente. De esa no-acción también se derivan consecuencias, que casi nunca son las que queremos. Si acertamos, será por casualidad. La mayoría de las veces nos equivocamos, mucho y de manera grave.

Saber gestionar el vértigo es querer hacer. Hacer o no hacer es casi tanto como ser o no ser. No sólo es una competencia profesional, es una actitud personal que afecta a todos los ámbitos de la vida, como el ser valiente.

Ser valiente no es ser inconsciente ni, menos aún, despreciar el riesgo. El liderazgo más valiente es el que reconoce que no tiene todas las respuestas al tiempo que elige ejercer su responsabilidad. Gestionar el vértigo supone valorar alternativas, ponderar consecuencias, elegir momentos… Ser valiente es atreverse y no esconderse.

No se esconde Pablo Cousteau en su artículo publicado en Expansión el 13 de junio cuando califica como pusilánimes y cegatos a aquellos que tuvieron la responsabilidad de tomar medidas que en su día no tuvieron el coraje de acometer. De haberlo hecho a tiempo, hace no más de dos o tres años, quizá hoy no lamentaríamos haber necesitado un rescate bancario tan tardío como costoso y voluminoso.

¿Hasta cuándo vamos a mantener el silencio? ¿Hasta cuándo seguir escondidos? ¿Lamentaremos dentro de dos o tres años no haber tomado hoy decisiones en relación a diecisiete burocracias autonómicas donde podría haber sólo una? ¿Lamentarán nuestras compañías las decisiones que hoy seguimos posponiendo?

No hacer influye más y de peor forma que hacer. Puede que el mensaje del “Yes, we can” que condujo al presidente Obama hasta la Casa Blanca ya haya sido superado por las circunstancias. Puede que se haya quedado corto. Por eso, te propongo que caminemos juntos bajo una convicción nueva en el ejercicio responsable de nuestro liderazgo: “Yes, we can; yes, we want to; yes, we must”. ¡Atrévete y actúa!

Si quieres vencer el vértigo no te pierdas el artículo de José Manuel Chapado Vértigo: el precio de no afrontar las situaciones.