Pino Bethencourt Gallagher | 06 de junio de 2016
l domingo 26 de Junio volveremos a votar todos otra vez porque nuestros líderes elegidos en diciembre no fueron capaces de ponerse de acuerdo. Tras mucho pensar sobre quién me convencía en esta segunda ronda he llegado a una conclusión que ahora me parece obvia: votaré en blanco para señalar que ninguno de los cuatro está a la altura.
¿Y quién está a la altura? ¡Qué buena pregunta! Ojalá todo esto sirva para que uno de ellos, o un nuevo líder por aparecer, coja las riendas de nuestro país con la nobleza y la templanza que exigimos los españoles, aunque sea a bofetadas anti-sistema. Ahora, sin embargo, lo que veo y lo que escucho me suena a todo menos a liderazgo, nobleza y templanza.
Empecemos por la asunción de responsabilidades frente a los fracasos. Cada uno de los cuatro partidos culpa al otro de haber ‘bloqueado’ un resultado final. A mí esto me suena a pataleta infantil de niñito de dos añitos enfadado con el mundo por no servirle lo que quiere en bandeja. Y al final vamos a pagar el pato los de siempre, con nuestros impuestos, con las horas de televisión que tendremos que dedicar a sus fantochadas, sus confesiones sexuales con Susana Grisso, y con nuestro tiempo familiar o de ocio dominguero, secuestrado por otra jornada electoral.
Sigamos por las estrategias de “Juego de Tronos”, los miles de asesores de imagen, los gestos disimulados en comunicación pública, las jugarretas en redes sociales, y demás manipulaciones, maquillajes, embellecimientos más o menos sutiles de la realidad. A ver si acabamos con un presidente guaperas que guiña el ojo y sonríe compulsivamente cada vez que responde una pregunta como si fuese un tic nervioso.
Esta es la política vergonzosa de hoy: aquélla en la que el dinero manda mil veces más que el auténtico liderazgo, nobleza y templanza del candidato. El dinero compra anuncios, planifica trending topics en twitter, financia a oportunos periodistas de “investigación”, organiza eventos y posados minuciosamente montados para conquistar a colectivos objetivo. Lo que vemos es tan descaradamente teatral que llegamos a preguntarnos si los puñetazos en plena cara por la calle fueron de verdad.
Hablemos de las ideas felices. Madre mía. Nunca he escuchado tantas tonterías juntas. Que conste que yo soy la primera que digo tonterías una detrás de otra cuando me divierto con los amigos o cuando busco algo nuevo que debe surgir de cuestionarlo todo y hacer el ridículo. Pero ni lo pongo en un programa electoral, ni lo anuncio en rueda de prensa, ni lo digo a ver cuánto debate y cobertura de medios puedo generar con lo que he dicho.
Y los gestos exagerados para buscar la atención. Personalmente me encanta que una mujer pueda llevarse a su bebé lactante al trabajo, y espero que construyamos una sociedad donde esto sea mucho más normal y mucho menos criticado. Pero que alguien utilice a su propio hijo para cabrear a media España y seducir a la otra media me parece indigno. No le veo liderazgo, ni nobleza ni templanza por ningún lado. Y menos si recuerdo el careto de descaro con el que miraba a cámara cuando daba de mamar.
Es frustrante formar parte de este circo. Me encuentro constantemente dividida porque a veces me gustan las ideas pero me disgusta la persona. O me gusta la persona, porque — no nos engañemos – es de educación, origen social o ideología parecida a la mía, pero me repatea que no se aplique sus cuentos a sí mismo. O me espantan sus compañías. Todos los candidatos lanzan ideas interesantes y auténticas tonterías. Todos tienen puntos fuertes y débiles. Todos tienen esqueletos en el armario de su partido. Pero lo que me impide identificarme con ellos es que no me fío, no me siento cómoda escuchándoles, no siento que nos van a llevar a todos a un puerto mejor que este aunque tengan que dar su vida, y todo lo que tengan, en el intento. No son sinceros. No son reales. No se la juegan como me la jugaría yo.
Frente a esto me planteo, como muchos otros Españoles, si no votar en absoluto. Me tienta la idea de pasar definitivamente de todo esto e irme de fin de semana a un sitio tranquilo alejado de tanto disfraz y concurso de popularidad. Confieso que alguna vez he hecho esto mismo en el pasado. Hasta que me di cuenta de que demasiadas personas habían perdido sus vidas por crear este país, esta democracia y este derecho a votar que yo tengo hoy. Españoles, Catalanes, Vascos y de las demás comunidades autónomas. Familias de izquierdas y de derechas, Guanches Canarios, Guerreros Mayas o Incas, Mujeres de todas las esquinas de Latinoamérica, soldados Europeos y esclavos Africanos. Tantas y tantas y tantas personas han muerto o lo han perdido todo para que hoy seamos lo que somos. Cómo voy a dejar de honrar tanto sacrificio.
No. Yo voy a votar. Pero voy a votar en blanco porque es la única respuesta que tengo para esta clase política. No estáis a la altura. No os cuestionáis lo suficiente. No os estamos pidiendo que seáis perfectos. Tan sólo que seáis sinceros con vuestras propias debilidades y miedos. No quiero que uséis el poder para perseguir vuestras propias vendettas personales quitando carteles de este bando y cambiándole el nombre al monumento del otro. No quiero que uséis mi voto para traer justicia a vuestros antepasados pasando por encima de los muertos de los demás. Ni para enriquecer a vuestros amigos, primos y allegados a costa de millones de ciudadanos anónimos.
Sé que muchos políticos hacéis lo mejor que sabéis. Sé que muchos entregáis la mejor parte de vosotros mismos a vuestra carrera profesional. Sé que aspiráis a ser grandes. Lo valoro y lo agradezco. Pero no es suficiente. Visto el año que llevamos, claramente NO es suficiente. Nos habéis fallado a todos y ahora vais a jugar a que sois los reyes del mambo en televisión para arañar votos hasta debajo de las piedras. En fin.
A saber en cuántos líos tontos nos van a meter estos cuatro listos con tal de cerrar gobierno. No queda más remedio que cerrar algo y avanzar como sea. España es un gran país. Es el resultado de muchísimas guerras, conflictos y disputas entre gente apasionada, amorosa y apegada a su tierra. Quizás lo que más nos falta para dejar atrás tanto mal rollo, y llenar por fin los zapatos que hemos heredado, es ser más honestos con nosotros mismos, nuestro dolor, nuestra rabia y nuestro miedo.
Para mí un líder digno de mi voto es aquel que está tan en paz con todo lo que es, lo que ha vivido y los precios que ha pagado, que ya no pretende ser más de lo que es. Tan sólo vive al servicio de los suyos, arriesgando su vida sin pensarlo para guiarlos a buen puerto, buscando siempre el progreso humano y feliz de su país, honrando a todos los que pagan un precio, sean de los suyos o del bando contrario. No compite con nadie más que consigo mismo, mejorando su destreza, templando su fuerza y profundizando su humanidad cada día sin descanso.
Cuando se presente uno así, tendrá mi voto. Tendrá mi confianza, mi servicio y mi lealtad. Tendrá mi orgullo también. Y el de todos los caídos por esta tierra nuestra tan pero tan digna y hermosa.