El hombre que ya no lo es

Soy la única que ve un problema bien gordo aquí? La violencia latente contra la mujer parece merodear entre las noticias todos los días, y aquí todos mirando a otro lado, hablando de las estadísticas de empleo y promoción de la mujer.

Cuando yo empecé a trabajar las mujeres que se quejaban de desigualdad eran “feministas”. Todo el mundo sabía que eran mujeres protestonas, insatisfechas, a menudo poco atractivas, y muy pesadas. Al menos eso me contaban a mí, inocente jovencita,  y aún poco frustrada por el muro invisible de choteo permanente que parece rodear más a mujeres que hombres en el trabajo. Luego se me ocurrió juntarme con otras mujeres para montar el primer club de mujeres del Instituto de Empresa, y los chicos nos preguntaron que si éramos feministas. Habíamos sido seis u ocho chicas en una clase de cincuenta alumnos de un Executive MBA. Año 2002.

Aunque he sido tremendamente activa en asociaciones de mujeres desde entonces, siempre huí de las reivindicaciones demasiado agresivas o resentidas. Con el tiempo aprendí a apreciar cuántos años, o décadas de frustración y trabajo poco agradecido, son necesarios para volver a una mujer “feminista”. Aprendí a agradecer a muchas mujeres mayores que yo que hubiesen protestado y denunciado agravios antes que yo. Porque comprendí que sin ellas yo nunca habría llegado demasiado lejos. Y ahora me pregunto si tanto comentario criticón contra este tipo de mujer no era más que otra forma sutil de violencia bien disimulada.

Ayer volvía a casa en el autobús y leí un apoyo en twitter a una biotecnóloga llamada Ángela Bernardo. Tuvo la temeridad de publicar un comentario en el que denunciaba que no había ni una sola mujer entre los premios Nobel de este año. Los insultos y amenazas de violencia que siguieron a su tweet ponen los pelos de punta. La sarna y la violencia absolutamente descontrolada que rezumaban algunos comentarios llevaron a esta joven científica a denunciar el acoso a la policía.

Bueno. Qué mal. Miremos otra noticia. Donald Trump y sus groserías asquerosas y denigrantes. No una ni dos ni tres. Toda una trayectoria de años, o décadas, tratando a la mujer como un dónut que uno coge de la estantería sin pagar ni preguntar, ¡porque puede! Me recordó a un empresario que me presentaron hace un par de años y que al despedirse de mí en una visita comercial me apretó contra su pecho aprovechando el tradicional gesto madrileño de dos besos en las mejillas.

Él era el dueño de la empresa a la que yo visitaba con fines comerciales, y abusó de su transitoria posición de poder, aprovechando el factor sorpresa como buen depredador. Me quedé igual de chocada e igual de muda que la periodista de People que denunció a Trump estos días en un artículo en New York Times. “¿Es posible lo que acaba de ocurrir? ¿Me lo he imaginado? ¿Qué hago ahora con mi reacción espontánea de asco, indignación e incredulidad ante semejante abuso?” Nunca me había ocurrido nada parecido. Salí del edificio entre sonrisas fingidas y despedidas disimuladas, sabiendo que nunca trabajaría con esta empresa ni por todo el oro del mundo. Tardé meses en contárselo a la muy respetable directiva que nos había puesto en contacto.

Qué asco. Miremos otra noticia. ¡La violación en grupo de San Fermín! ¿Pero esto qué es? No sólo cinco chavales aparentemente normales se juntaron para hacer algo que creíamos sólo era posible en países del tercer mundo, enormemente represivos con la mujer, o en guerras y conquistas que rompen todos los órdenes y normas posibles. Es que encima llevaban meses presumiendo de violar a chicas en whatsapp con sus amigos.

Seguro que como en el parchís se comían una y contaban veinte, ¿Pero qué concepto tienen estos jóvenes de lo que es una mujer? Pues el que ven en las películas pornográficas que inundan todos los rincones de internet. Nuestras nuevas generaciones se creen que una mujer es una Barbie esculpida con silicona, depilada hasta lo más íntimo, sumisa hasta lo más estúpido, y ávida de tratamientos machistas, despectivos y hasta violentos. Y se creen que las cochinadas violentas que ven es “hacer el amor”, o que eso les dará el máximo placer.

Ok. Respiremos hondo. No es tan terrible. Miremos otra noticia. Hoy empieza el juicio del violador de Ciudad Lineal que abusó sexualmente de al menos cuatro niñas. Otra noticia. La joven argentina de 16 años que fue agredida sexualmente y molida a palos por varios hombres hasta que tuvo un “fallo vagal”, es decir, un parón cardiaco fulminante ante la imposibilidad biológica de seguir padeciendo tanto dolor.

Si hay que ser feminista para gritar a los ocho vientos que tenemos un problema mucho más gordo de lo que pensábamos, pues sí. Soy feminista con mayúsculas. Estamos inmersos en una especie de estupor colectivo en el que muchos hombres ven a la mujer como un objeto al que utilizar, por los medios que hagan falta, para conseguir unos segundos de placer. Y no sólo son cuatro ignorantes perdidos en un país perdido. No. Incluyen a chicos criados en España que ambicionan ser guardias o policías, a directivos y empresarios tan poderosos que nadie los denuncia, ¡y a un candidato a presidente de la mayor economía del mundo!

Y nosotras aquí hablando sobre cuántas consejeras hay en el IBEX35. ¡PERO QUÉ COJO…!

Perdonen ustedes los tacos. Pero ya me estoy conteniendo bastante. Todo padre que tenga hijos varones debería estar preocupado de cómo sus niños ven a las niñas, a las jovencitas adolescentes y más adelante a las mujeres. Recuerdo un dicho de cuando yo era adolescente: “que los demás sujeten a sus yeguas, que yo dejo salir a mis machos”. Como que los únicos que tenían un problema eran los padres de niñas.

Esto que estamos criando no son hombres. No son bestias ni salvajes, porque las bestias y los salvajes nunca harían nada de esto con sus hembras. No. Esta perversión descontrolada es sólo nuestra. Este hombre descontrolado que no sabe cómo gestionar su rabia de forma sana, y que no tiene ni puta idea de lo que es una mujer, ni lo que es el amor, ni lo que es una consejera sabia y femenina…esta deformación radical de lo que es un hombre es sólo posible en la sociedad que bebe los vientos por Elon Musk y sus cohetes a Marte.

Por favor, por favor, por favor. Dejemos de mirar a Marte y a los porcentajes de directivas un momento. Y abramos los ojos a este horror descontrolado que está ocurriendo debajo de nuestras intelectuales y directivas naricitas. “Houston, we have a problem!!!”