Hasta la llegada de la pandemia, el debate sobre la flexibilidad laboral ha estado centrado, entre otros aspectos, en si la presencia del empleado en las oficinas supone una mayor eficacia en las operaciones.
Debate aderezado con el hecho de que en España tenemos una baja productividad, según algunos indicadores de estudios realizados por la Unión Europea como resultado de una cultura laboral donde se ha fomentado lo presencial. Por tanto, ¿está vinculada la poca productividad por el hecho de que pasamos demasiadas horas en la oficina?
En esta conversación no tarda en salir el comentario de: si no controlo lo que está haciendo porque no puedo ver a mi empleado, ¿cómo sé que está trabajando?
Si estás midiendo a tu empleado solo por verlo trabajar, y no por lo que hace mediante indicadores objetivos de su desempeño, entonces hay un primer problema en la empresa.
Un debate necesario en la empresa real
Tras esta pregunta es necesario tener en cuenta dos aspectos ya casi tópicos en el debate del presencialismo, que han quedado desmantelados durante los meses de trabajo en remoto. Por un lado, si estás midiendo a tu empleado solo por verlo trabajar, y no por lo que hace mediante indicadores objetivos de su desempeño, entonces hay un primer problema en la empresa.
En segundo lugar, ¿quién dice que un trabajador obtiene mejores resultados desde una oficina que desde casa o desde otro lugar desde el que quiera trabajar? Es posible que para algunos el tener que desplazarse cada mañana, o el ambiente que existe en la oficina, o el ruido, o cualquier otra variable que pueda darse, le perjudique a la hora de desarrollar su trabajo, siendo por tanto más eficiente desde una ubicación diferente.
Sin embargo, los que tenemos equipo a nuestro cargo, sabemos que no todo es tan sencillo y no puede resumirse la problemática en un blanco o negro.
Hay que analizar el caso de cada empresa, y casi diría que el de cada trabajador, y establecer si la flexibilidad es positiva o negativa para los empleados.
Por este motivo y como cada empresa y cada sector es un mundo, hablaré como director de Finout de nuestro caso intentando no entrar en los tópicos o en el “bienquedismo” de decir que todo ha sido fabuloso con la flexibilidad laboral de estos últimos meses.
Las desventajas del nuevo modelo
Si empezamos por los aspectos negativos: estar pagando todos los meses una oficina que no se utiliza ni al 20% de su rendimiento no es plato de buen gusto para nadie. Pagarla es malo, pero no saber cuándo se volverá a utilizar al completo peor. Por tanto, la flexibilidad laboral y la planificación deben ir siempre cogidas de la mano. Como podemos ver con este claro ejemplo. Si hablamos de ahorros de costes fijos como luz, agua, electricidad, gas… que hemos podido tener, estos han sido mínimos y no han supuesto un alivio financiero que compense el seguir pagando el alquiler cada mes.
Suponiendo que una empresa quiere apostar por un modelo flexible, lo más aconsejable podría ser alquilar una oficina más reducida, lo que supondría un ahorro de costes considerable, y que los empleados se turnasen por días para eliminar el problema de aforo. Con esta medida todos saldrían ganando.
Otro aspecto que no podemos obviar es que por muy eficientes que sean las herramientas digitales, nada puede sustituir a la complicidad y la conexión que pueden surgir en lo presencial y que eventualmente puede mejorar los flujos de trabajo. Caso especialmente destacable con los nuevos empleados. Muchos no han conocido ”personalmente” a sus compañeros y esos detalles, por mucha videoconferencia que haya, todavía importan.
Optar por un modelo flexible conlleva también desarrollar todo un modelo de cohesión laboral basado en iniciativas que afiancen los vínculos tanto con el resto de colegas como con la propia empresa y diluyan la mediación de la pantalla.
Los pros de la flexibilidad
Por otro lado, desde Finout identificamos algunas ventajas evidentes. En líneas generales en nuestro caso, las operaciones han seguido saliendo con eficacia. No hemos sufrido importantes contratiempos más allá de los habituales en tiempos pre pandémicos. Por lo que se puede trabajar a distancia y bajo un modelo flexible.
Otra ventaja a tener en cuenta es que en la mayoría de los casos nos hemos ahorrado reuniones improductivas en beneficio de una video llamada, donde no es necesario desplazarse y duran lo que tienen que durar, lo que para determinadas reuniones más operativas, es perfecto.
También hemos determinado algunos beneficios en la gestión con nuestros clientes. Por ejemplo, algunos se han tenido que poner “las pilas” en digitalizar los documentos, lo que agiliza el proceso de archivo y organización. En otros casos, la flexibilidad laboral también ha reducido las interrupciones del día a día, lo que ha servido para que algunos gestores hayan dedicado tiempo de calidad a analizar sus estados financieros y marcar un rumbo estratégico para su negocio, aprovechando que el día a día no les ha devorado.
En nuestro caso, a nivel estratégico hemos optado por no parar el proceso de crecimiento. Al ser conscientes que podríamos perder clientes por el cese de su actividad, hemos hecho un esfuerzo en crecer y buscar posibles clientes en nuevas actividades.
Conclusiones
Quizás el debate ya no está en flexibilizar o no nuestra empresa, sino en cómo lograrlo para que funcione y realmente aumente nuestra productividad, eficiencia y nos ayude a generar nuevo negocio. Por eso, para finalizar me gustaría lanzar dos conclusiones para todas aquellas empresas que ahora se están transformando:
- Es importante planificarla para que sea eficiente.
- Es clave que ante un entorno cada vez más incierto, tengamos siempre un buen Plan Financiero que prevea meses en los que podemos reducir ingresos de forma acentuada.
Finout es un modelo flexible de externalización de la gestión financiera-administrativa cuya misión es gestionar las cuentas para que te centres en lo importante: hacer crecer el negocio.