Un primer ejecutivo (CEO) es, en general, una persona que vive profesionalmente en una incómoda soledad. Es a él a quien le toca decidir sobre muchas cuestiones, no todas ellas agradables. Despedir, hacer recortes presupuestarios, cambiar hábitos tóxicos, tomar decisiones arriesgadas son algunas de ellas.
Por Ignacio Babé, Director General Club Excelencia en Gestión
Para ser y actuar como un buen CEO conviene tener una serie de habilidades y entrenarlas para que no se oxiden. Por ejemplo, estar focalizado en el negocio, de manera que tenga claro que favorece y que perjudica a la actividad principal de una organización. Debe tener capacidad para resolver problemas, sin tiempo de análisis y estudio, sobre la marcha. Cuanto más entrenamiento y capacidad para mantener la mente fría, más se acertará. Hay que ser un gestor eficiente de los recursos de que se dispone. Si a nivel personal lo sabe hacer con su familia, no le será complicado trasladar sus habilidades a la empresa.
A pesar de su soledad, al CEO se le requiere como un gran gestor de relaciones con todo tipo de agentes del ecosistema en el que opere: personas, clientes, proveedores, distribuidores, accionistas, patronos, instituciones sociales, cargos públicos, etc. Y, claro, es imprescindible que sepa negociar con honestidad, astucia y firmeza.
Un buen CEO es alguien que tiene proactividad e iniciativa combinada con autogobierno y gestión personal.
El CEO del cambio de ciclo
Todas las habilidades enunciadas, hasta aquí, le servirán a un CEO para manejarse adecuadamente en el ecosistema de la organización. Pero debe, además, pertrecharse de otras habilidades para la gestión interna de la organización. Como, por ejemplo, ver el sistema de gestión como un todo integrado que ayuda a planificar, controlar y mejorar la actividad de la organización.
Ser un buen comunicador, por escrito, porque prueba que es una persona que reflexiona, pero también oralmente. Entender que la organización y los cambios que se deben hacer deben ponerse por detrás de las personas. Que lo que verdaderamente vale la pena en una organización son las personas, los equipos cohesionados y orientados al futuro. Para ello, el CEO tiene que ser empático, no solo parecerlo. Un buen CEO es alguien que tiene proactividad e iniciativa combinada con autogobierno y gestión personal.
El juego del liderazgo
Al final, los CEOs tienen perfiles muy variados pero todos ellos tienen momentos y largos ratos de soledad como también deben tener mucho tiempo dedicados a trabajar en equipo y con su equipo. En el primer caso, para un modesto aficionado al deporte como yo, los veo como un piloto de Fórmula 1 y como un jugador individual de tenis. Tienes un equipo detrás, te han ayudado a prepararte, te han dado datos de los rivales, te han perfeccionado movimientos o golpes pero a la hora de la verdad estas tu solo en la pista. Y en esa soledad, le toca tomar decisiones arriesgadas, unas veces acertadas y otras equivocadas, y es el que da la cara, no el equipo.
En el segundo caso, el CEO actúa como ese líder de equipo que anima al que falló el penalti (o al Director Comercial por la pérdida de un contrato en un concurso competido), para golpes y ofensas al equipo contrario para evitar el mal ejemplo y que pase a mayores (es decir, evita guerras comerciales innecesarias), se ofrece en muchas posiciones en el campo para ayudar a cualquier compañero en una situación comprometida (siempre esta disponible para temas de operaciones, de finanzas, comerciales o de apoyo a personas).
Y en cualquiera de esos juegos, solitarios o en equipo, que le tocan jugar, el líder es el que resiste, el que aguanta y se recupera antes de los golpes, de las adversidades y mira hacia adelante, y recompone su ánimo aunque la derrota empiece a ser abultada, poniendo más coraje y pasión. Y con ello, transmite capacidad de resiliencia a la organización. Por eso es imprescindible contar con un CEO que sea un gran líder ¿o es al contrario? (contar con un gran líder que es el CEO).
Resistir para liderar
La resistencia nos permite llevar a cabo una actividad o esfuerzo durante el mayor tiempo posible. Una de sus definiciones, más utilizada, es la capacidad física que posee un cuerpo para soportar una resistencia externa durante un tiempo determinado. En nuestro lenguaje, es esa capacidad de una organización para afrontar adversidades externas, aunque también las hay internas, durante un tiempo indeterminado. Pero una organización son sus personas.
Cuando el líder o el CEO dan un mensaje, con su propio esfuerzo y ejemplo, de que no se rinden, la resistencia va apareciendo en todas las áreas, en todos los departamentos, en todas las personas.
Y de todo esto es de lo que vamos a hablar en el próximo Foro Anual del Club Excelencia en Gestión, que se celebra en Madrid, el próximo día 19 de octubre por la mañana. Y se hablará de “Creciendo ante la adversidad” con expertos en dirigir y en resistir (Toni Nadal, Tomás Pascual, Miguel Carballeda y otros).