Acudí al taller de un amigo, una PYME familiar de segunda generación, para cambiar los neumáticos del coche y comprobar el estado de los frenos. No es una empresa en la que se practique lo de “Disparar PowerPoints”, siguiendo la advertencia de Xavier Marcet, no tienen tamaño ni rimbombancia para ello.
Me ofrecieron esperar en la sala de espera con un café pero preferí ver cómo se hacía el trabajo. Observé cómo un operario con experiencia enseñaba a otro más joven a equilibrar los neumáticos y cambiar las pastillas de freno.
«Lo sencillo tiene la capacidad de decir muchas cosas y de hablar claro»
Una delicia para el atento observador
El operario con experiencia trataba con simpatía y aprecio al aprendiz mientras éste le escuchaba y ayudaba proactivamente con las piezas y las herramientas. Con alguna broma de por medio, no dejaban de trabajar para conversar sino que lo hacían al mismo tiempo. Si dijera que fue una escena digna de ser analizada en una masterclass de cultura empresarial, más de uno la consideraría poco apropiada, por simple.
El mayor no mostraba atisbo de soberbia ni el joven atisbo de temor. La comunicación no verbal confirmaba la mutua confianza. El experto observaba los gestos del aprendiz para verificar su grado de comprensión: ahora tú. Se les veía felices, un sentimiento cada vez más escaso en las organizaciones. Me acordé de mis tiempos de juventud y aprendizaje en Lladró, cuando comprendí que el oficio podía ser afición y devoción. Pensé en mi amigo y en los entresijos, para mí desconocidos, de su forma de liderar.
Probablemente la anécdota sería más sugerente si se tratara de una bodega de vinos, un laboratorio farmacéutico, una empresa de software financiero u otra actividad con tinte más sofisticado. Sin embargo, lo sencillo tiene la capacidad de decir muchas cosas y de hablar claro. ¿Acaso no hemos vivido todos el caso del mal camarero que se mueve por el restaurante de un lado a otro pero no nos mira? ¿Acaso esta actitud no puede ilustrar la dejadez o falta de compromiso en otros ámbitos?
Así pues, la anécdota del taller es aplicable a otros oficios y profesiones, a una empresa mayor y a actividades complejas, porque siempre hay un responsable y un subordinado, un compañero que sabe más y otro que sabe menos.
Siempre hay personas con conocimientos o habilidades diferentes, llamados a trabajar en equipo, que pueden usar la colaboración para aprender mutuamente.
Sobran las grandilocuencias, los valores empaquetados en cápsulas de comunicación y los deseos de demostrar superioridad de mil maneras posibles. Falta cultura amable, ágil y generosa, de sentido común, que aprovecha el tiempo, que comprueba que la faena está bien hecha antes de entregarla y no olvida que un cliente está esperando ¿qué más se puede pedir?
Es la cultura de las empresas familiares donde el oficio y el servicio son afición, devoción y legado.
María Lladró | Especialista en familias empresarias y consejos de administración. Consultora Asociada a TransformAction Europe.
María es economista, mediadora, conferenciante, formadora. Especialista en empresa familiar y consejos de administración. Forma parte de la Red Global de Consultores BVC para el desarrollo de equipos y organizaciones de alto rendimiento.
Miembro de la familia fundadora de la empresa LLADRÓ, de la que fue Consejera durante 24 años. Destacan, entre otras, sus funciones en la Dirección de Creatividad, la Escuela de Arte y la Vicepresidencia Ejecutiva del Grupo.
Gran conocedora del capitalismo humanista y de las empresas conscientes. Autora de “Valuismo. Reinventando la economía global”.