Emprender en Siberia: ¿para qué sirve de verdad un Business Plan?

Hace un año dejé el día a día de Red Points, la startup que había creado en el 2011 con solo 3.000 euros de capital y que ha cerrado 7 rondas de financiación. Además de poner en marcha la primera temporada de Pesadilla en tu startup —un teléfono rojo sin ánimo de lucro para emprendedores—, decidí cumplir el sueño inalcanzado de mi madre a causa del maldito cáncer: viajar a Bora Bora en solitario y completar la Ruta del Paraíso en moto desde Barcelona para recaudar dinero para luchar contra el cáncer infantil.

Un business plan en ruta

La inspiración para este texto me vino en Rusia. En los 30 días de duración del visado ruso, tenía que cruzar el país, atravesar Mongolia —donde el 30% de las carreteras no están asfaltadas— y volver a entrar en Siberia. Un total de 14.000 kilómetros con el objetivo de llegar a Vladivostok para coger el barco a Japón.
Por supuesto, tenía mi Business Plan. Una ruta donde tenía trazado no solo el camino, sino también posibles lugares de descanso, etapas a realizar…

Evidentemente, llevaba mis directores financieros: dos GPS de diferente marca. Un teléfono especial además de mi teléfono normal. Y tenía mi equipo: una moto puesta a punto y un equipo de asesores en tierra para ir preguntando dudas.

Cruzar Rusia era cruzar esa primera etapa de incertidumbre a la que se enfrenta todo emprendedor y que consiste en acercarte al famoso “Break even”

La senda del emprendimiento

En el mundo de la emprendeduría cada vez se confía más en la elaboración de detalladísimos business plan donde se traza el recorrido que va a seguir la empresa… ¡En los próximos cuatro o cinco años! Obviamente, es un plan que hay que hacer, entre otras cosas para tranquilidad de los inversores. Pero no hay que tomarlo nunca al pie de la letra y tener cintura, porque la vida, como la carretera, guarda muchas sorpresas y hay que saber afrontarlas con serenidad.

Por ejemplo, tú planeas llegar en tal fecha a tal ciudad rusa, pero… comienza a diluviar o no hay carretera, no ves ni por donde avanzas y acabas haciendo noche en un hotel que parece regentado por el protagonista de Psicosis. Lo mismo puede ocurrir con el Business Plan en una startup.

Conviene crear modelos de negocio que puedan facturar desde el minuto cero, sin depender en exceso de la gasolina externa, es decir, de la financiación.

Esto te va a dar más fuerza a la hora de negociar con el inversor. Aunque en el caso de España y en concreto de Barcelona, estamos todavía en un periodo prehistórico con poco margen de negociación y, cuando llega la gasolina, hay que cogerla.

Un modelo flexible

Toda startup siempre será deficitaria los primeros años, ya que es un proyecto de alto crecimiento (hay que crecer mínimo el 200% de facturación cada año), pero tratando de que ese periodo de riesgo real sea lo más corto posible y no se sustente en futuras rondas de financiación. Si no tienes ingresos propios —comienza a llover en medio de Siberia— , no sabes dónde resguardarte ni cómo dejar de perder dinero.

Por otro lado, marcarse unos objetivos de crecimiento excesivos puede llevar a perder el foco de para qué se ha creado la empresa y cuáles son sus valores. Es importante crecer, pero puedes acabar creando una empresa que dependa únicamente de contentar a los inversores y tenga poca fuerza propia para lograrlos.

El business plan, además, puede dificultar el new business. Si haces un plan a cinco años, no vas a contemplar líneas del negocio nuevas que se vayan abriendo. En un periodo tan amplio, con los avances tecnológicos que hay, puede ser un problema porque te puedes quedar fuera del mercado.

La hoja de ruta del Business Plan

  • No pueden contemplar imposibles.
  • Deben ser la ruta modificable para ideas que comiencen a facturar cuanto antes desde el primer día.
  •  Y, sobre todo, deben ser muy flexibles para que si nos equivocamos de ruta porque nuestro director financiero —también conocido como GPS— se ha vuelto loco con tanto bosque, sepamos reconducirnos y alcanzar igualmente nuestros objetivos.

Por cierto, yo me caí unas cuantas veces por el camino. Pero llegué a coger el barco en Vladivostok.

Josep Coll, licenciado en Derecho y Máster en Propiedad Intelectual por ESADE. Tras desempeñar como abogado en un despacho que el mismo creó, se lanzó al mundo de las startups.