Pino Bethencourt Gallagher | 19 de mayo de 2016
l martes 17 de mayo fue el día mundial del reciclaje. Estupendo. Reciclemos más. Pero seamos claros, vamos a tener que cambiar muchísimo más a todos los niveles para limpiar el planeta, y sobrevivir como especie. Nuestros modelos de liderazgo actuales son más sucios que nunca. Y nuestros hijos aprenden de lo que nos ven hacer, no de lo que nos escuchan decir y predicar.
Yo vivo al lado del Colegio Europeo Almazán y paseo a mis perros por delante del colegio todos los días. Hace años que veo cómo sus empleados salen a la acera a fumar en su descanso. El esperado calorcito primaveral pega sobre corrillos de trabajadores tomándose una merecida pausa, los pájaros cantan y las nubes se levantan. Es bucólico. Hasta que miras al suelo y lo ves lleno de colillas de cigarros.
Desde hace un par de meses una empresa nueva, S’Poluz , ha alquilado las oficinas de la acera de enfrente. Qué bueno ver reactivación económica y generación de empleo. Los árboles delante de su puerta ya están llenos, pero llenos, llenos, llenos de colillas de cigarros. Si bajo un poco Arturo Soria y paso por delante del Hospital Anderson, también quedo asqueada y contrariada con la cantidad de colillas de cigarros y basura que dejan los clientes del hospital.
Mi padre falleció en este hospital hace tres años. Es un sitio que me trae muchos recuerdos de momentos críticos en mi vida. Yo también acudí diariamente a visitar a un enfermo muy querido para mí. Mi padre fumó casi toda su vida. De joven fumaba cigarros y un día lo dejó porque es malo para la salud. Una década más tarde volvió a fumar puros porque le encantaba fumar. Le he visto disfrutar como un niño de muchos puros. Nunca, nunca, nunca, le vi tirar una colilla a la calle. Nunca le vi tirar basura de ningún tipo a la acera. Quizás por eso ahora me espanta ver cómo tanta gente usa la calle como su vertedero particular.
No hay como pensar en tus padres para darte cuenta de que los modelos de liderazgo y ejemplaridad que aplicas en tu vida vienen de ellos. Nuestros padres son nuestros moldeadores involuntarios porque todo lo que hacen nos crea un surco profundo de conexiones neuronales que marcará nuestro carácter, nuestros valores, y nuestra sensación de respeto o total irresponsabilidad para con nuestro entorno. También los abuelos, los tíos más presentes, los profesores del colegio, los médicos…todas estas figuras adultas que tanto respeto y admiración despiertan en nuestros más tiernos años nos enseñan modelos a seguir. Sueños a emular.
¿Y qué están viendo los niños del Colegio Almazán? ¿Y en los demás colegios? Por la mañana ven cómo sus propios padres compiten agresivamente con los demás progenitores por intentar aparcar el coche en segunda fila, en las aceras, y hasta subidos a un árbol si hace falta. Todos quieren minimizar la distancia con la puerta del colegio con muchas prisas, y todos están dispuestos a acelerar a lo bestia en pleno paso de peatones con tal de conseguirlo. Luego nos preguntamos que por qué nuestros hijos son agresivos.
Luego los alumnos ven a sus profesores salir a fumar y dejar la acera y los cuadros de tierra de los árboles llenos de colillas de cigarro. Ven a los empleados de la oficina de enfrente hacer lo mismo, y ven la cara de impaciencia pasiva y, una vez más, agresiva, con la que reaccionan si a algún vecino se le ocurre pedirles que por favor pongan una papelera y la usen. También ven cómo muchos paseantes de perros dejan los excrementos de sus mascotas en plena acera para fastidiarle los zapatos al incauto que pase sin mirar donde pisa. Por no mencionar a los múltiples taxistas que orinan en el parque de la esquina a plena luz de día por no gastarse un euro en entrar en un bar y pedir un café para usar el servicio.
Nuestros hijos ven nuestras playas y parques llenos de basura. Ven nuestras noticias sobre barcos petrolíferos que matan ecosistemas enteros al chocar, vídeos sobre animales atrapados en nuestros restos plásticos flotando en el océano, fotos de vertidos tóxicos en tantos y tantos paraísos naturales. Escuchan a los políticos peleándose entre sí con violencia elegante de universitario con varias carreras. Ven películas llenas de superhéroes que no dejan de pegarse y perseguirse en toda la película. Por no hablar de la tan laureada serie de “Juego de Tronos”, cuya violencia explícita y única trama ultra-repetida de guerrear por reinar sobre todos los demás reinos se aliña convenientemente con escenas de explotación sexual denigrante y manipuladora. Quizás esta serie resume demasiado bien nuestros últimos siete mil años de historia.
¿Qué clase de líderes van a ser nuestros hijos de mayores? ¿Van a ser otra generación de predicadores que lo ensucian todo “sin querer” como nosotros? ¿Van a pasarse el día dando charlas o escuchando conferencias en auditorios corporativos como nosotros para luego atropellar a los peatones en plena acera al salir con prisas del garaje? ¿Van a llenar internet y las redes sociales de quejas indignadas sobre lo que hacen los demás y luego seguir ensuciando aceras, vertiendo basura, y agrediendo a todo lo que se mueve desde el coche?
¿Quedará algo vivo en este planeta si nuestros hijos hacen lo que nos han visto hacer a nosotros?
El reciclaje tiene que llegar mucho más hondo en todos nosotros si queremos que esto cambie. No basta con reciclar nuestras botellas o nuestras latas. Tenemos que reciclarnos nosotros mismos. Reciclar nuestro modo de pensar, nuestros hábitos de vida, nuestra forma de tratar a nuestros conciudadanos, nuestras emociones e impulsos.
Reciclarnos a nosotros mismos no requiere grandes planes de acción, ni leer siete libros de auto-ayuda, ni ninguna teoría grandiosa de las que inundan los foros y debates de empresa. Lo único necesario es prestar atención a lo que estamos haciendo en cada momento y darnos el tiempo para hacerlo de modo distinto: cómo adelanto a otro en la M30, cómo busco donde aparcar al dejar a mi hijo en el cole, cómo reorganizo mi agenda del día cuando veo que no voy a llegar a tiempo. Cómo disfruto de mi cigarro o mi bebida sin dejar basura tirada, cómo respondo a los extraños por la calle, cómo les hablo a mis subordinados, cómo les escribo los emails y los whatsapps a mis vecinos.
A menudo digo que fijar nuestra atención en lo importante genera el 50% del aprendizaje. Mi modelo de liderazgo no se basa en listas de cualidades perfectas a emular — ¡ni predicar! –, sino en ser uno mismo y confiar en nuestros instintos más primarios y animales. Nuestro origen salvaje y amoroso con el entorno. Ningún otro animal del mundo dejaría basura tras de sí. Quizás es porque dejaría pistas a sus depredadores. Quizás es porque razona poco y siente tanto que el cariño instintivo por su “Madre Tierra” le impide ensuciarla.
El fundador de Ecoalf, Javier Goyeneche, dice que “no deberíamos preocuparnos tanto del planeta que le dejamos a nuestros hijos, sino de los hijos que le vamos a dejar al planeta”. Reciclémonos a nosotros mismos para enseñarles a los niños hábitos de vida dignos de recordar, emular, y desarrollar. Dejémosle al planeta hijos ejemplares de lo más limpio y puro que hay en nosotros.
Gracias Papá por todo lo que me enseñaste cuando no me estabas intentando enseñar nada. Me dejaré la piel en enseñarles a los demás la parte más pura y reciclada de mí. Esa misma que aprendí de ti.