Sesgos invisibles, decisiones equivocadas: lo que Kahneman puede enseñarnos sobre liderazgo

por | Ago 6, 2025

El cerebro humano es una máquina maravillosa. Nos ha llevado a conquistar el espacio, a desarrollar la inteligencia artificial y a construir empresas capaces de cambiar el mundo. Pero también es profundamente imperfecto. Atajos mentales, juicios apresurados, percepciones erróneas… Cada día, incluso los líderes más formados toman decisiones erróneas sin darse cuenta. No por falta de inteligencia, sino por exceso de confianza en su propia mente.

Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel de Economía en 2002, dedicó su vida a estudiar esas trampas invisibles que sabotean nuestras decisiones. Lo llamó “el conflicto entre dos sistemas”. Uno rápido, intuitivo y emocional. Otro lento, reflexivo y lógico. En su influyente obra Pensar rápido, pensar despacio (2011), Kahneman reveló que, la mayoría de las veces, no pensamos tanto como creemos. Solo reaccionamos.

Cuando el Sistema 1 toma el mando

En un contexto de presión, complejidad e incertidumbre —como el que habita cualquier CEO—, el sistema rápido (Sistema 1) suele imponerse. Es eficiente, automático y nos ha salvado la vida durante milenios. Pero también nos empuja a confiar en estereotipos, a buscar patrones donde no los hay o a sobrevalorar nuestra intuición.

Uno de los sesgos más frecuentes es el sesgo de confirmación: solo vemos los datos que refuerzan lo que ya creemos. Otro es el efecto halo, por el que atribuimos cualidades positivas a una persona o idea basándonos en una sola característica llamativa. Y luego está la ilusión de validez: esa sensación engañosa de certeza que se activa cuando no hay tiempo para analizar con profundidad.

Todo esto no sería tan grave si no fuera porque los líderes —en especial los que ocupan la cúpula— toman decisiones que afectan a decenas, cientos o miles de personas. Una promoción injusta, una estrategia basada en intuición en lugar de datos, un candidato descartado por un prejuicio inconsciente… Las consecuencias se multiplican.

Liderar sabiendo que no siempre tienes razón

Kahneman no era un catastrofista. No escribió su libro para desmoralizar al lector, sino para ofrecer una brújula cognitiva en un entorno cada vez más complejo. Porque el primer paso para decidir mejor no es pensar más. Es ser conscientes de cómo pensamos.

En una entrevista con The Guardian, Kahneman afirmaba: “La confianza que tenemos en nuestros juicios no es una buena guía sobre si esos juicios son correctos”. Para los CEOs, esto es un mensaje incómodo pero necesario. La experiencia no siempre protege contra el error. De hecho, a veces lo acentúa.

La buena noticia es que hay antídotos. Algunos de ellos, paradójicamente, muy humanos:

  • Fomentar la disidencia. Crear equipos donde se valore la opinión contraria no es debilidad, es inteligencia colectiva.
  • Retrasar el juicio. Preguntar antes de decidir, pausar antes de responder, consultar antes de imponer.
  • Nombrar los sesgos. Cuando se conocen y se nombran, pierden poder. Equipos formados en sesgos cognitivos toman decisiones más robustas.
  • Delegar lo que otros ven mejor. Porque el liderazgo no consiste en tener siempre la razón, sino en rodearse de quienes pueden ver lo que tú no ves.

Pensar despacio como forma de liderazgo

En un mundo que valora la rapidez, Kahneman propuso el pensamiento lento. Uno que no es sinónimo de pasividad, sino de profundidad. Ese que analiza contexto, consecuencias, datos y emociones antes de lanzarse al juicio. Un pensamiento incómodo, exigente, pero profundamente ético.

Ese estilo de liderazgo que se aleja del ego como brújula y se acerca a la conciencia como faro. Un liderazgo que no teme reconocer sus límites porque entiende que la verdadera autoridad nace de la honestidad intelectual. En palabras de Kahneman: “La humildad es la única actitud posible frente a nuestras limitaciones cognitivas”.

Una invitación a decidir con menos ego y más conciencia

Para quienes lideran hoy —y aún más para quienes liderarán mañana— el mayor poder no está en la velocidad, sino en la lucidez. Pensar rápido, pensar despacio no es solo un tratado sobre psicología: es una invitación a repensar cómo tomamos decisiones, cómo lideramos y cómo construimos organizaciones más conscientes, empáticas y humanas.

En un tiempo en que la inteligencia artificial crece, el liderazgo más necesario será el de la inteligencia emocional. Y eso empieza por reconocer una gran verdad: no somos tan racionales como creemos. Pero sí podemos ser más conscientes de cómo decidimos.

Elena Carrascosa Vela
Elena Carrascosa Vela

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