Hay múltiples fórmulas para detectar si un jefe es tóxico y si, lejos de extraer lo mejor de sus profesionales, lo que hace es sacar lo peor de ellos. El lenguaje oral es la vía de comunicación humana por excelencia y, también, la herramienta más útil para identificar a este tipo de dirigentes, cuya toxicidad les impide utilizar las palabras más apropiadas para cada momento.
Ejercer un verdadero liderazgo también implica saber elegir los términos que utilizamos cuando nos dirigimos a nuestros subordinados. Y hay algunas frases que en ningún caso deberían tener cabida. Posiblemente existan muchas más, pero nosotros hemos seleccionado estas cinco:
“Se te paga por obedecer, no por pensar”
No hay nada más desmotivador que recordarle permanentemente a otra persona que tú ocupas un lugar más elevado que ella en el escalafón jerárquico y que, por esa razón, tu función es mandar y la suya, obedecer. Esta frase, y otras similares como el clásico “Aquí mando yo”, es especialmente tóxica por numerosas razones, pero fundamentalmente por una: le dice al subordinado que no se moleste en formular ideas, dudas, críticas o sugerencias, porque no serán escuchadas y mucho menos tenidas en cuenta.
Antídoto: En primer lugar, el verdadero líder jamás le reprocha a un empleado lo que cobra porque comprende que nadie trabaja por amor el arte. En segundo término, lo que hace el líder es animar a sus profesionales a pensar, a aportar y a seguir formándose. Entre otras razones, porque la competitividad del mercado exige una continua reinvención y porque lo que se demanda hoy, en un mundo cada vez más tecnológico, son personas que aporten un valor diferencial, no que actúen como autómatas.
“Si no te gusta tu trabajo, hay un montón de gente que pagaría por él”
Reprocharle a una persona lo que gana está feo, pero amenazarla con el paro está aún peor. Un jefe tóxico no puede excusarse en que hay otros candidatos cuando un profesional está desmotivado, y mucho menos afirmar que otras personas se pelearían por ese puesto. Entre otras cosas, porque posiblemente se equivoca: tal vez el máximo responsable de la desmotivación de su equipo sea él, y por tanto esa desmotivación continuará aunque otros empleados sustituyan a los actuales.
Antídoto: El liderazgo del siglo XXI obliga a desterrar este tipo de creencias y afirmaciones, ya que ahora son precisamente las organizaciones empresariales las que se pelean por atraer un talento que cada vez es más escaso. Por eso, lo que hacen hoy los verdaderos líderes es cultivar esas soft skills que les ayudan a mantener alta la moral y la motivación de su talento interno y a seducir al externo.
“Aquí siempre hemos hecho las cosas así”
Para todo jefe tóxico que se precie, esta es sin duda una de las frases del millón. Tan arraigada está que incluso en Canal CEO le dedicamos recientemente un artículo específico con motivo del Día de la Marmota. Describe todo lo contrario a lo que las organizaciones empresariales deben hacer para sobrevivir y crecer en un contexto de cambio como el actual, que no es otra cosa que innovar, innovar e innovar.
Antídoto: El verdadero líder huye de su zona de confort y anima a sus subordinados a hacer lo propio. No solo no utilizará jamás esta frase, sino que la desterrará para siempre del argot corporativo. Por el contrario, animará a su equipo a intentar cosas nuevas, a arriesgar, a expresar todo tipo de sugerencias incluso aunque algunas jamás lleguen a materializarse. En definitiva, sustituirá esta frase por la de “Mejoremos las cosas que se hacen aquí”.
“Los problemas de casa te los dejas en casa”
Esta es una expresión que la mayoría de nosotros hemos escuchado alguna vez y que delata una preocupante incomprensión del mundo en el que vivimos. Fundamentalmente, porque demuestra que la persona que la expresa desconoce conceptos clave de la sociedad actual, como por ejemplo los de conciliación o salud mental.
Antídoto: Ejercer el liderazgo implica comprender que los integrantes de nuestro equipo tienen una vida fuera de la empresa y que es imposible desconectarse de esa vida cuando se entra por la puerta de la oficina. El antídoto es sencillo y tremendamente eficaz: preocuparnos por los problemas de los demás y ayudarles a solucionarlos en la medida de nuestras posibilidades, pues eso aumentará la felicidad en el trabajo, la implicación con la organización y en última instancia, el rendimiento laboral.
“Eso no depende de mí”
Una de las principales características del líder tóxico es su incapacidad para asumir responsabilidades y su increíble talento para escurrir el bulto. Cuando algo no funciona como debería o alguien le plantea alguna cuestión incómoda (como por ejemplo, un aumento de sueldo), recurrirá a esta frase para no tener que dar explicaciones porque su ego le impide asumir errores o quedar mal en público.
Antídoto: Un buen líder hace exactamente lo contrario: admite como propias las equivocaciones de su equipo incluso si los que han fallado han sido otros, asume toda la responsabilidad que conlleva el ejercicio de su cargo, y mueve cielo y tierra para ayudar a sus empleados cuando considera que sus demandas son justas, incluso si se trata de cuestiones que no dependen directamente de él.