¿Es la suerte el verdadero ascensor al puesto de CEO?

por | Feb 28, 2025

¿Destino o determinación? En este artículo analizamos la encrucijada de la suerte en el camino hacia la dirección ejecutiva.

¿Y si la suerte desempeñase un papel mucho más importante del que pensábamos? ¿Y si buena parte del éxito profesional se debe a esa buena estrella que acompaña a ciertas personas? En una cultura occidental como la nuestra, que hunde sus raíces en la meritocracia, cuesta deshacerse de la idea de que llegamos hasta donde llegamos debido a nuestra motivación, talento y esfuerzo individual. Sin embargo, y aunque estos últimos factores obviamente son relevantes, la suerte juega un papel fundamental en nuestro devenir profesional.

Así lo reconocía Cristoph Waltz, ganador de 2 Oscar, 2 Globos de Oro, 2 BAFTA y muchos otros reconocimientos sobre el papel de la suerte en su trayectoria.

Del contexto a la equidad social

Por ejemplo, el esfuerzo individual debe estar acompañado de un esfuerzo colectivo. Y este último no depende de uno mismo. Suerte es haber iniciado la carrera de CEO en una empresa donde un equipo profesional formidable rema en favor de tu proyecto y estrategia. Pero también lo es haber nacido en un entorno familiar acomodado, donde existían recursos económicos suficientes para proporcionar una buena educación o, simplemente, una red de contactos dispuesta a auparte hasta las altas esferas a una edad temprana. 

Efectivamente, no todo el mundo lo tiene tan fácil, tan de cara. De ahí que exista el término equidad social, aquel que trata de alcanzar la igualdad a sabiendas de que no todas las personas gozan de las mismas oportunidades ni herramientas para su desarrollo. Es decir, un término que parte de la necesidad de abordar ciertas desventajas para ciertos colectivos sociales o individuos y así alcanzar una verdadera igualdad de condiciones. Entonces sí, la carrera hacia el éxito profesional sería más igualitaria. Entendido este último como una realización plena en el entorno laboral que puede llevar, a quien lo desee, hasta las cotas más altas dentro de una organización.

Señalaba la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que “con frecuencia se argumenta que el coste de la equidad social es un menor crecimiento económico (…). La crisis iniciada en 2008 – la misma que fue precedida por un incremento de las desigualdades sociales – ha demostrado que esta no es la realidad. De hecho, las políticas que garantizan la equidad, si están diseñadas adecuadamente, también pueden promover la prosperidad y reducir el riesgo de crisis futuras”.

El desequilibrio en el acceso a las oportunidades y el peso de las renuncias

Pero volviendo al éxito profesional, al que puede alcanzar, por ejemplo, un directivo o directiva, hay que señalar que la suerte es un componente tan decisivo como la preparación, la inteligencia, el esfuerzo y la valentía para aceptar ciertos retos. El contexto importa, y mucho. 

Podemos tomar el ejemplo de aquellas mujeres que renunciaron a sus prometedoras carreras ante la presión cultural del momento, cuando una mujer debía ser, ante todo, una buena madre y esposa, entendida esta como una persona abnegada y entregada por completo a la esfera doméstica. No todas las personas han podido elegir (ni pueden) cómo actuar o en qué sentido dirigir su vida. Y quienes se han revelado contra los cánones establecidos, a menudo han pagado un precio tremendamente alto en comparación a otras.

Haber iniciado una carrera bajo la tutela de profesionales que han hecho las veces de mentores, asesores e incluso protectores; el haber estado en el lugar adecuado en el momento preciso…

El éxito es el resultado de una fórmula perfecta de talento, esfuerzo y suerte. Si hablamos de un éxito mayúsculo, a dicha fórmula habría que sumarle, sin duda, un plus de la última.

“Si bien es cierto que es necesario cierto grado de talento para tener éxito en la vida, casi nunca las personas más talentosas alcanzan los máximos de éxito, siendo superadas por individuos mediocres pero razonablemente más afortunados”, explican Pluchino, Biondo y Rapisarda respecto al resultado de una investigación cuyas conclusiones vieron la luz en 2018 bajo el título Talent vs Luck: the role of randomness in success and failure. “En lo que sabemos, este resultado contrario a la intuición, aunque implícitamente sugerido entre líneas en una vasta literatura, se cuantifica aquí por primera vez. Arroja nueva luz sobre la eficacia de evaluar el mérito sobre la base del nivel alcanzado de éxito y subraya los riesgos de distribuir honores o recursos excesivos a personas que, al final del día, podrían haber tenido más suerte que otros”, prosiguen.

Aún con todo, es cierto que podemos influir decisivamente sobre nuestra trayectoria. Las decisiones personales son importantes, solo que estas serán más costosas para quienes arrastran una situación menos ventajosa. ¿Se enfrenta a las mismas renuncias quién, para alcanzar un puesto de directivo, ha de dejarlo todo atrás: un hogar, una familia, un país al que siente gran apego…?

La mochila no pesa para todos lo mismo.

Incorporar el factor suerte a un recorrido exitoso, por ejemplo, dentro de una organización o como directivo, es un acto de humildad. Coger con pinzas ese discurso, tan común en las últimas décadas, de si quieres, puedes; también. Ambición, motivación…, claro que son necesarias para alcanzar el éxito, pero en un mundo donde las circunstancias personales y las oportunidades laborales difieren mucho dependiendo de quién seas (de lo contrario no hablaríamos de edadismo, de planes de inclusión y diversidad, de igualdad de género, etc.), la suerte cobra un peso real.

“Cuanto más entreno, más suerte tengo”, Eduardo Dávila (2015)
Raquel Santos
Raquel Santos

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