En un mercado tecnológico dominado por gigantes globales y fondos de inversión, Altia representa una rara avis. Fundada en 1994 por Tino Fernández, hoy Presidente Ejecutivo, la consultora tecnológica gallega ha logrado algo poco común en el ecosistema digital: crecer durante más de tres décadas, competir con los grandes y seguir siendo una empresa familiar, independiente y profundamente humana.
Cotiza en BME Growth desde 2010, opera en una veintena de mercados, cuenta con más de 4.000 profesionales de 41 nacionalidades y ha trabajado para clientes como Inditex o el Banco de España. Pero si hay algo que diferencia a Altia no son sus cifras —que hablan por sí solas—, sino su manera de entender el crecimiento.
“Queremos estar en las tecnologías que transformarán el mundo, pero sin cambiar las razones ni las bases que nos han traído hasta aquí”, afirma Tino Fernández. “Tenemos la ilusión de los startaperos, pero la solidez de quienes han demostrado que se puede crecer sin renunciar a los valores”.
Crecimiento real, no retórico
El nuevo claim de la compañía, “Technology for real growth”, sintetiza esa filosofía: una tecnología al servicio del progreso tangible —de los clientes, las personas, los accionistas y el entorno—. No un eslogan, sino una declaración de principios.
En la presentación del rebranding, Fernández explicó que el cambio visual responde a una triple necesidad: integrar las distintas áreas y compañías del grupo, renovar la energía de la marca y reflejar un propósito común. “No se trata de cosmética corporativa”, subrayó, “sino de proyectar una cultura que evoluciona sin romper con su raíz”.
Esa raíz es la visión de empresa familiar, prudente financieramente, con crecimiento orgánico y adquisiciones selectivas de compañías que comparten valores. Altia no ha recurrido a fondos de inversión y mantiene una baja deuda con una liquidez suficiente para seguir creciendo.
La ambición de lo que aún no existe
Quizá el mayor legado cultural de la compañía procede de Álvaro Sánchez Silvela, socio fundador de la organización y ya fallecido, quien dejó grabada una máxima que hoy guía a toda la organización:
“Altia no tiene que ofrecer mejores servicios que su competencia, sino ofrecer aquellos que su competencia aún no sabe que existen”.
Esa mentalidad de anticipación e innovación consciente sigue viva en cada proyecto. Altia trabaja en data, cloud, inteligencia artificial y sistemas cuánticos, con un modelo que combina eficiencia tecnológica con gestión del conocimiento. “Lo que puede hacernos competir con los grandes no es el tamaño, sino cómo conectamos la experiencia, las personas y el conocimiento”, señala Fernández.
Un modelo de independencia en la era de los fondo
Mientras buena parte del sector tecnológico europeo ha visto entrar capital riesgo y fondos de inversión en su accionariado, Altia ha elegido otro camino: el de la independencia estratégica.
Fernández, que mantiene el 81% de las acciones, lo explica con claridad: “Nuestra opción es crecer liderando nuestro propio camino. Queremos seguir siendo una empresa familiar y española con cada vez más relevancia en Europa y Latinoamérica”.
La compañía apuesta por modelos de integración profunda en sus adquisiciones —en lugar de ecosistemas dispersos—, porque, como recuerda su presidente, “el 70% de las operaciones de M&A no aportan valor. La clave no está en el precio de compra, sino en la integración cultural y humana”.
Innovación con alma: cuando la tecnología impulsa lo humano
En Altia, la tecnología no desplaza al talento: lo potencia. La empresa ha hecho del cuidado de las personas y la flexibilidad una parte central de su propuesta de valor. “Por mucha tecnología o marca que tengas, lo diferencial siempre son las personas”, insiste Fernández.
Con más de 4.000 empleados —el 30% mujeres—, la organización promueve la conciliación, la formación continua y la creación de entornos que facilitan el aprendizaje. “Tratamos de captar y cuidar a los mejores. La formación es la palanca principal de crecimiento de las personas y de la compañía”, subraya Fernández.
El liderazgo de Fernández encarna lo que muchos expertos llaman liderazgo humanista: una combinación de ambición tecnológica, propósito social y humildad estratégica. Como él mismo señala, “esto no va de tamaño, sino de pensar. De hacer buenas preguntas. De respetar a todos, pero no tener miedo de nadie”.
Esa actitud ha permitido a Altia avanzar en sectores de vanguardia —como la defensa, la inteligencia artificial o la computación cuántica— sin perder de vista su compromiso con las personas. Un equilibrio entre lo técnico y lo ético que resulta cada vez más necesario en la nueva economía digital.
Technology for real growth: la madurez de una visión
A los 59 años, Tino Fernández sigue combinando la serenidad de quien mira lejos con la energía de quien no se conforma. Su metáfora favorita lo resume: “Esto es como MotoGP. No tengo miedo, pero tengo mi propio partido”.
Altia ha demostrado que se puede escalar sin perder el alma, crecer sin depender de fondos externos y competir sin dejar de cuidar. Su modelo de tecnología con valores, basado en la anticipación, la responsabilidad y la confianza, es hoy un referente de lo que significa liderar con propósito. Y esto es lo que traslada con su rebranding. En palabras de Consuelo Luces, directora de Marketing y Comunicación, el nuevo posicionamiento no solo unifica la imagen del grupo, sino que refuerza su cultura de valores compartidos. “Queremos que cada empleado se sienta parte de un mismo propósito y que viva esa cultura de crecimiento real, transversal y global”, explica. El proceso de rebranding se ha acompañado de más de 20 eventos internos en distintas sedes para comunicar el cambio y hacerlo tangible en el día a día. “El objetivo no es solo que la gente lo sepa, sino que lo crea”, añade Luces.
“Crecimiento real es ayudar a crecer a quienes te rodean: los clientes, las personas, los accionistas y el entorno”, resume Fernández. “Eso es lo que da sentido a la tecnología y a nuestro trabajo”.
Un ejemplo de liderazgo para el nuevo tiempo
En un entorno donde la innovación avanza más rápido que la reflexión, Tino Fernández recuerda que el crecimiento más transformador no siempre se mide en cifras, sino en impacto humano y coherencia.
Altia cumple más de 30 años con la misma esencia con la que nació: una empresa hecha de personas, conocimiento y visión. Y un líder que ha sabido demostrar que la tecnología, cuando se pone al servicio de lo humano, no solo impulsa el negocio: inspira futuro.