“Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”. Estas palabras son del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, recogidas por elpais.es en el transcurso de una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) en 2018. Una idea que pivota en su obra más famosa La sociedad del cansancio, y que recoge de alguna manera el sentir de toda una generación, esa especie de agotamiento generalizado. Este verano puede ser el punto de inflexión para erigirse como líder humano y vital.
Esta percepción es más notoria si cabe desde el fin de la pandemia sanitaria, como demuestra la proliferación de títulos como El descontento, de Beatriz Serrano (Temas de Hoy, 2023), o el ensayo recientemente publicado Elogio de las virtudes minúsculas. O la excelencia en clave menor, de Marina van Zuylen (Siruela, 2025), en los que se trata, de una forma u otra, el mito de la autosuperación infinita. Es decir, esa búsqueda incesante de la excelencia y el éxito personal (entendidos estos desde una óptica capitalista y de la sociedad de consumo) que puede llevar a la insatisfacción, episodios de estrés máximo y la comparación constante.
El best seller de Byung-Chul Han señala que la sociedad occidental está tocada por la depresión, por el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), por el trastorno límite de la personalidad (TLP) o por el síndrome de desgaste ocupacional (SDO), patológicos en una sociedad del rendimiento y la autoexigencia donde apostar por lo contrario parecen sinónimos de pereza, complacencia o falta de ambición.
Del informe de la vida ocupada a la reivindicación del bienestar
Hiperactividad, impaciencia, hastío o agotamiento forman parte de lo que otras personas llaman síndrome de la vida ocupada: una cultura en torno al trabajo donde la productividad lo es todo y donde el éxito se mide, además de el los ceros de la nómina, en el número de proyectos en los que uno esté involucrado o de eventos consumidos (esto último se lo debemos en buena medida a las redes sociales). Estar ocupado siempre es la clave, mejor aún si se invierten las horas en tareas eminentemente productivas.
De hecho, existe una especie de movimiento en contra de ese conjunto de frases motivadoras que han sembrado nuestras vidas durante las últimas décadas. Frases tipo si quieres, puedes que interpelan a los talentos a no cejar en su empeño y que no reflejan la realidad de buena parte de la sociedad, abocada a luchar contra viento y marea para desarrollarse profesionalmente a pesar de su género, condición sexual, raza y ese largo etcétera que forma parte de la lista de hándicaps a los que se enfrentan millones de personas cada día en su camino hacia el éxito personal tal y como lo entiende una gran mayoría.
Explica el filósofo que “se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”. Porque en esta sociedad del rendimiento, cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad exclusiva del triunfo y la satisfacción personal.
De CEO agotado a constructor de la cultura del bienestar
El último año no han cesado las noticias que hablan sobre el estancamiento de la productividad por empleados y empleadas en España, tampoco las que lo hacen sobre una crisis de salud mental que amenaza a las generaciones más jóvenes. De hecho, ese agotamiento en los nuevos talentos, ese estado de fatiga física, mental y emocional, es una de las razones, para muchos expertos y expertas, detrás del último fenómeno conocido como la Gran Renuncia. También detrás de las nuevas conclusiones que lanzan los últimos estudios sobre demandas y expectativas de los y las profesionales, cada vez más enfocadas a necesidades de conciliación, descanso y autocuidado.
En el caso de los CEO, este mito de la superación infinita se acrecienta con las expectativas que conlleva el liderazgo y que actualmente trascienden la propia actividad empresarial.
Directores y directoras ejecutivas sufren a menudo agotamiento no solo por su papel determinante en la toma de decisiones estratégicas, sino por un rol cada vez más decisivo a la hora de construir una cultura corporativa adecuada, de convertirse en elementos ejemplarizantes de los valores empresariales y de consolidarse como imagen de marca, a través de la redes sociales.
Quizás merezca la pena una mirada crítica, tal y como señalan muchos expertos y expertas, hacia la sociedad que hemos construido en general, hacia la escala de valores sobre la que transitamos, y hacia nuestras propias imposiciones y las que tomamos de los demás.