Desde Aristóteles a Nietzsche o Rousseau, los grandes pensadores de la historia se han dejado llevar por sus pies para encontrar respuestas o creatividad.
En un mundo donde la velocidad es inherente a la actividad cotidiana y la IA comienza a ocupar todo, hay quién reclama, con más fuerza si cabe, la necesidad de pasear. Pasear para pensar, para reencontrarnos con nosotros mismos y nuestras necesidades, para poner en orden nuestras expectativas, para desarrollar la capacidad de reflexión crítica, para caminar con mayor seguridad hacia el liderazgo de nuestras vidas y las de aquellos y aquellas que confían en nuestro criterio.
“La esencia del ser humano es la imaginación”, Theodore Zeldin
Paseando por la historia
De hecho, el arte del paseo ha sido abordado en los últimos años por filósofos como Theodore Zeldin, autor del magnífico libro Historia íntima de la humanidad (2014, Plataforma Editorial) o Frédéric Gros, en su Andar, una filosofía (2014, Taurus), que ve en el placer de caminar un acto de libertad. No es el único.
En Una guía sobre el arte de perderse (2020, Capitán Swing), la estadounidense Rebecca Solnit explora las bondades (y la necesidad) de perderse en el camino hacia la estimulación y el descubrimiento, reivindicando el tradicional hábito de pasear. Y Kerri Andrews nos recuerda en su Wanderers – A History of Women Walking (2021, Reaktion Books) las rutinas de diez mujeres, grandes escritoras, que encontraron en el paseo un aliado fundamental.
Ya en 1802, El arte de pasear, del filósofo alemán Karl Gottlob Schelle (1777-1825), ofrecía no solo una disección sobre el paseo como alimento para el espíritu, sino la propuesta incluso de lugares por los que pasear o momentos especialmente inspiradores para hacerlo.
Los efectos de pasear en la innovación y las relaciones personales
El paseo está lejos de ser una práctica meramente deportiva, aunque sea prescrita por facultativos y expertos en bienestar como el gran remedio para quienes necesitan mantener a raya su tensión, el sistema cardiovascular o las articulaciones.
Pasear invita a la reflexión, al análisis y a la introspección. Es, al fin y al cabo, un acto vinculado a la meditación, práctica a la que toda y todo líder debe dedicar parte de su escaso tiempo, al fin y al cabo, ¿no se valora de un perfil CEO su capacidad de decidir y, además, de hacerlo acertadamente?
Pero sin duda, el paseo contribuye a dos capacidades más inherentes al liderazgo: la de innovar y la de establecer vínculos efectivos con el equipo de trabajo.
“El ruido del mundo está hecho de silencios”, Theodore Zeldin
Activando la innovación y los vínculos
Respecto a la primera, encontramos diversos estudios científicos que han demostrado dicha hipótesis.
En 2021, Javier Luxor dedicaba uno de sus podcast The Mind Manager a los beneficios del paseo sobre la creatividad y el pensamiento divergente. En el mismo, hacía referencia al estudio de Oppezzo, M. y Schwartz, D. L. (2014) Give your ideas some legs: The positive effect of walking on creative thinking, publicado en Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory, and Cognition. En este se ponía de manifiesto cómo los sujetos que se tomaban un descanso y paseaban eran capaces de encontrar soluciones más innovadoras respecto a quienes no lo hacían.
En cuanto a la segunda, traemos a colación el testimonio de Daniel Ek, CEO de Spotify, quien el pasado mes de abril ponía de manifiesto la importancia de pasear, a través de su cuenta en Twitter. Lo hacía a razón de un artículo publicado en The New York Times titulado The beauty of a `Walk and Talk´. El fundador de Spotify señalaba entonces que esta práctica le ha servido para construir relaciones valiosas y cómo pasear le ayuda a pensar.
Sin embargo, parece que el mundo actual no está diseñado para el paseo. No lo están las ciudades, donde es difícil encontrar rincones sosegados, en los que dejarse llevar. Liberarse del ruido, el bombardeo publicitario y las notificaciones del móvil parece misión imposible en la gran urbe, ya incluso en la pequeña también.
En definitiva, el paseo parece estar reñido con las distracciones propias de la vida moderna. Aunque, afortunadamente, las Administraciones locales parecen tomar conciencia del asunto y cada vez son más los proyectos urbanísticos capaces de diseñar esos remansos de paz tan indicados para el paseo y el pensamiento, incluso cuando parece imposible.