Vértigo: el precio de no afrontar las situaciones

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José Manuel Chapado| Madrid

Socio de ISAVIA y autor de Vértigo

Tenemos vértigo cuando nos sabemos vulnerables. Lo sentimos cuando caminamos al borde de un abismo. El suelo se mueve y las piernas flaquean. Estamos inseguros y no sabemos muy bien qué hacer. Nos atenaza alguna de las tres preguntas que minan nuestra confianza: ¿seré capaz? ¿Qué ocurrirá? ¿Qué dirán? También es entonces cuando nuestro sentido del compromiso y de la responsabilidad nos exige una respuesta. Algo tenemos que hacer.

El vértigo forma parte de nuestras vidas. Viene de la mano de la vulnerabilidad y nos acompaña cada vez que damos un salto. El actual momento político y económico es de vértigo en el ámbito nacional, europeo y global. Pablo Cousteau, en un artículo publicado en Expansión el 13 de junio titulado “…Ni siquiera la pedrea” opinaba sobre el rescate de nuestro sistema bancario. Esa intervención habría sido necesaria hace ya muchos meses. En opinión de Cousteau, “la actitud pusilánime de muchos no ha hecho más que dilatar un problema que se conocía, que crecía, pero que unos y otros se afanaban en ocultar.” Es entonces cuando no hay nada más costoso en el medio plazo que la parálisis y la inacción.

El ejercicio responsable y comprometido del liderazgo exige tomar decisiones. Atreverse. Pero hay quienes tienen la extraña habilidad de quedarse siempre fuera de la escena. Rehúyen. Se van. Es como si no quisieran formar parte del destino, y menos aún tomar parte en él. Al menos, eso se creen. Quieren no mancharse las manos, pero no lo consiguen. Es fácil eludir la responsabilidad, pero es imposible eludir las consecuencias de haberla eludido.

A veces, querer discernir consecuencias y responsabilidad es tan imposible como inútil. Ser responsable es asumir las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Y más aún de nuestras omisiones e indecisiones.

La situación actual demanda acciones y decisiones que nos incumben a todos. Forman parte de nuestra área de responsabilidad. Otra historia es que decidamos asumirla o no. Cuando el miedo se apodera de nosotros y nos paraliza, el pensamiento suele ser un excelente aliado en el autoengaño, procurando múltiples fórmulas que excusan nuestra falta de actuación.

Se trata de una extensa relación de argumentos que evitan la responsabilidad. Bien porque la disculpan debido a la concurrencia de circunstancias ajenas que son extraordinarias, bien porque la diluyen en la acción de otros sobre cuya voluntad no podemos incidir, o bien porque reducimos nuestro espacio de responsabilidad, dejando fuera de ella la circunstancia o situación que se nos presenta. Siempre hay una excusa.

Es humano y comprensible que existan momentos o situaciones cuyas consecuencias nos desborden. Sentirse sobrepasado por las circunstancias es normal. Nadie debiera reprocharse semejante hecho. Otra cuestión es cómo reaccionar frente a esa sensación. Ni lloros, ni frustraciones, ni cobardía, ni esperpentos… No se llora cuando el lamento deja paso a la acción.

Propuesta CEO:

Abre un hueco en tu agenda para pensar sobre estos puntos que te planteamos. En unos días comentaremos estas reflexiones. Feliz análisis.

¿Alguna vez te has sentido superado por las circunstancias?

¿Sabes qué papel tiene la influencia en el ejercicio de tu liderazgo?

¿Qué opinión tienen tus colaboradores de ti?

¿A qué tienes vértigo?

¿Sabes cómo gestionar el vértigo?