A finales del siglo XIX, el físico y matemático británico William Thomson Kelvin afirmaba que “Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. Esta máxima está más vigente que nunca en el siglo actual, en el que la gestión empresarial ha sufrido una transformación impulsada por dos claves: el desarrollo de la tecnología y el proceso de digitalización, y la adaptación obligada a la coyuntura económica. Por Ángel Luis Gilsanz, director de Personas y Organización de Watch&Act

Desde que Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, recogió bajo el término Cuarta Revolución Industriallos nuevos modelos de negocio basados en data surgidos en las décadas anteriores, se ha otorgado mucha importancia a las tecnologías asociadas a la digitalización, pero muy poco a la materia prima que han de procesar todas esas herramientas: el dato.