Una idea radical: una semana laboral de 40 horas

 

xactamente cuando el reloj marca las 6 de la tarde durante cualquier día laboral, eléxodo empieza en la sede de United Shore Financial Services LLC

Cinco minutos después, el parking está prácticamente vacío, cuenta Ahmed Haidar, que trabaja con los clientes en la entidad hipotecaria de Troy, Michigan. United Shore es parte de un grupo de pequeñas empresas que están ensayando una idea de gestión radical: una semana laboral de 40 horas.

Sus líderes dicen que esa cantidad de horas hace que los empleados sean más eficientes, al obligarlos a concentrarse en el trabajo mientras están en la oficina y desconectarse por completo cuando salen. La imposición de horarios estrictos ha ayudado a algunas empresas a atraer candidatos de alto calibre, algunos de los cuales están dispuestos a recibir un sueldo más bajo a cambio de horas limitadas, según cuentan desde recursos humanos.

Mat Ishbia, presidente ejecutivo de United Shore, exige que sus 1.350 empleados trabajen duro, sin tomarse respiros para visitar Facebook o hacer compras en Internet. Al ejecutivo le gusta recordarles que un viernes a las 5:55 de la tarde no es diferente a un martes a las 10:55 de la mañana. Una vez que la jornada laboral termina, sin embargo, los empleados pueden olvidarse de todo hasta la mañana siguiente.

“Usted nos da 40” horas, dice Laura Lawson, director de recursos humanos de la compañía. “El resto es suyo”.

El magnate mexicano Carlos Slim ha ido incluso más allá y ha propuesto una semana laboral de 3 días y 33 horas, con el fin de reducir la tasa de desempleo. Es un argumento que el segundo hombre más rico del mundo según la revista Forbes ha venido planteando desde hace varios años: “Para tener libres otros cuatro días y dedicarlos a la familia, a innovar, cultivarse o a crear”, manifestó en 2014.

En Estados Unidos, una semana laboral finita se siente cada vez como un objetivo inalcanzable, puesto que la línea divisoria entre la oficina y el hogar se ha borrado recientemente. Las políticas de “integración de la vida y el trabajo” promovidas por algunas empresas permiten que un empleado salga más temprano para asistir a algún evento de sus hijos o a una cita médica, siempre y cuando siga al tanto de sus correos electrónicos en su teléfono hasta altas horas de la noche.

Los empleados en United Shore se vigilan mutuamente, hablando si detectan que alguien está holgazaneando o trabajando en exceso. Se les incentiva para que tomen una hora de almuerzo y hacen “bloques de poder”, es decir períodos de 30 minutos durante los cuales los agentes de ventas se abstienen de usar el correo electrónico y pueden ponerse de pie mientras hacen llamadas, para mantener la concentración. Pedir a la gente que trabaje más horas no significa necesariamente que consigan hacer más cosas, razona Ishbia, una suposición respaldada por la investigación reciente.

“Los empleados necesitan tiempo para recuperarse del trabajo”, dice John Pencavel, que enseña economía laboral en la Universidad de Stanford. Según sus estudios quienes trabajan demasiadas horas durante la semana o demasiados días seguidos se vuelven menos productivos con el paso del tiempo, con un descenso en la productividad por hora a medida que trabajan más de 48 horas a la semana.

La empresa de Pensilvania myHR Partner Inc. señala que algunos empleados están dispuestos a una reducción de sus salarios por una semana laboral de 40 horas. Los anuncios de la firma resaltan “una semana laboral realmente de 40 horas”, y anima a los contratados a decirle adiós a las largas jornadas de trabajo.

Tres vacantes han atraído 663 candidatos, dice Tina Hamilton, la presidenta de la compañía, quien añade que algunos contratados han aceptado menos sueldo para trabajar con myHR Partner, donde el salario oscila entre 40.000 y 90.000 dólares al año.

Una jornada laboral de ocho horas puede ser difícil para los empleados acostumbrados a enviar e-mails a las 9:00 de la noche y aceptar llamadas de clientes los domingos.

Haidar, quien ha sido empleado de United Shore por unos dos años, cuenta que al principio dudó que el lema de 40 horas fuera real. Ahora sale de la oficina a las 6:00 p.m. y dice que casi nunca envía e-mails o contacta a colegas después de esa hora. “No hay nadie a quien llamar”, señala. “Todo el mundo está en casa”.

 

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