Resiliencia y adaptabilidad: el liderazgo que se dobla, pero no se rompe

Más Mujeres CEO

Virginia Carcedo Illera, vicepresidenta ejecutiva de Inserta Empleo e Inserta Innovación (Fundación ONCE) y Premio DUX 2025 a la Diversidad, reivindica la resiliencia como motor de transformación colectiva y cultural en las organizaciones.

El eco de Helen Keller: la fuerza de lo posible

En 1968, Helen Keller ya había demostrado que las barreras no están en los sentidos, sino en las creencias. Sorda y ciega desde los 19 meses, se convirtió en la primera persona sordociega en obtener un título universitario, escribir libros y fundar una organización que hoy sigue activa en más de 20 países. Su legado no fue solo el de una mujer que desafió lo imposible, sino el de quien entendió que la resiliencia no es resistir, sino transformar.

Esa misma filosofía atraviesa la vida y la voz de Virginia Carcedo Illera, vicepresidenta ejecutiva de Inserta Empleo e Inserta Innovación en Fundación ONCE y Premio DUX 2025 a la Diversidad, quien protagonizó la mesa Resiliencia y adaptabilidad en el encuentro Más Mujeres CEO, celebrado el pasado 30 de octubre en el espacio All in One de CaixaBank.

“No se trata de ser hierro, sino de ser bambú”

Carcedo comenzó su intervención con una reflexión que desarmó el concepto clásico de resiliencia: “Siempre se dice que la resiliencia es resistir, pero para mí es mucho más: es la capacidad de moldearte, de fluir, de cambiar de dirección sin perder tu esencia. No se trata de ser hierro, sino de ser bambú”.

Desde su experiencia personal y profesional, recordó cómo la discapacidad —más que una condición— ha sido una escuela de adaptabilidad. “Cuando tienes que planificar una entrevista de trabajo y pensar si el metro tiene ascensor o si podrás salir del tren, aprendes a anticiparte, a encontrar soluciones, a moverte incluso cuando todo parece quieto. Eso también es liderazgo”.

Pero Carcedo fue más allá del ámbito individual. “Necesitamos pasar de la resiliencia personal a la resiliencia colectiva. En las organizaciones, cuando incorporamos principios como la dignidad, la accesibilidad y el respeto, generamos una cultura capaz de adaptarse y de crecer ante los desafíos”.

Su metáfora del barco de Teseo lo ilustró con precisión: “Una organización resiliente cambia sus piezas, se reinventa, pero sigue siendo ella misma. La diversidad permite que eso ocurra sin romperse, sin perder identidad”.

El talento no tiene género, ni edad, ni etiquetas

Desde Inserta Empleo, Virginia y su equipo trabajan cada día en la intermediación laboral de personas con discapacidad. Lo hacen con una idea clara: el talento no entiende de etiquetas.
“El talento no tiene género, ni edad, ni discapacidad. Lo que buscamos no son currículums, sino habilidades, experiencias sutiles, potencial”, explicó.

Por eso, impulsa programas como Por Talento Digital, que forma en competencias tecnológicas a personas con discapacidad sobrevenida, ayudándolas a reinventarse profesionalmente.
“Una persona que trabajaba en panadería y desarrolla una alergia al gluten puede convertirse en programadora. La tecnología abre caminos donde antes solo había puertas cerradas”, relató.

Carcedo defiende un enfoque de contratación “skills first” —centrado en lo que una persona puede llegar a hacer, no solo en lo que ya ha hecho— y subraya la importancia de los pequeños gestos cotidianos del liderazgo:

“No hacen falta grandes políticas, sino pequeños actos coherentes. Que un líder pregunte en su comité ‘¿Quién falta aquí?’ o ‘¿Qué podemos hacer para ser más accesibles?’ cambia más que cualquier manual”.

Diversidad: de la política al derecho

Uno de los mensajes más poderosos de la conversación llegó cuando abordó los errores más comunes de las empresas en materia de diversidad. “El primer error es pensar que la diversidad es una política. No lo es. Es un derecho”, afirmó con contundencia.

“Las políticas cambian, los derechos no. Si entendemos la inclusión como un derecho, no dependerá del líder de turno, sino del ADN de la organización”.

El segundo error, dijo, es darla por conseguida: “Hay una especie de complacencia. Pensamos que ya nadie cuestiona la diversidad, pero no es cierto. Hay que seguir contándola, trabajándola, haciéndola visible”.

Y el tercero, el más sutil, es el buenismo: “Esto no va de caridad, va de talento. Las personas con discapacidad no quieren solidaridad, quieren oportunidades. No hablamos de acción social, sino de valor empresarial”.

“La inclusión no está reñida con el alto rendimiento”

En Fundación ONCE han acuñado un concepto poderoso: la cultura inclusiva de alto rendimiento.
“Parece que hablar de inclusión es hablar de lentitud o de límites, y es justo lo contrario. Cuando una persona se siente respetada, rinde más. La inclusión bien entendida genera productividad, creatividad y compromiso”.

Carcedo recordó que los equipos diversos son, también, más rentables: “Atraen talento, reducen la rotación y amplían mercados. Una empresa que se parece al mundo para el que trabaja es una empresa que entiende mejor a sus clientes”.

Y añadió un concepto nuevo, el de accesibilidad social: “No basta con adaptar un edificio o una web. Hay que facilitar que las personas se sientan cómodas siendo diferentes. La accesibilidad social es lograr que nadie tema preguntar, que nadie sienta que incomoda”.

La ética como motor del cambio

Preguntada por el papel de la tecnología y la inteligencia artificial, Carcedo fue clara: “Los algoritmos también tienen sesgos, porque los entrenamos nosotros. Por eso hay que incorporar la ética, la igualdad y la diversidad al propio código con el que programamos el futuro”.

Su advertencia final resonó con fuerza: “Si no somos capaces de incorporar la diferencia en nuestras plantillas, no podremos diseñar productos ni servicios para todos. Y en un mundo global, eso es un error estratégico”.

Donde acaba la tierra, empieza el cielo

Para cerrar, Virginia citó —parafraseando a Víctor Hugo— una frase que arrancó aplausos:

“La diversidad está donde acaba la tierra y la inclusión donde empieza el cielo”.

Porque quizás de eso va su mensaje: de mirar más allá del obstáculo, de ver en la diferencia un principio, no un final.
Como Helen Keller, Carcedo ha hecho de su historia una brújula para las demás. Un recordatorio de que la resiliencia no es aguantar el golpe, sino usarlo para construir un mundo más justo, accesible y humano.

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