Mercé Brey: La equidad no tiene género

El equilibrio entre lo femenino y lo masculino genera bienestar a las personas y rentabilidad a las organizaciones. Mercé Brey reflexiona en esta tribuna sobre cómo abordar  la equidad con éxito.

Los humanos somos seres gregarios, nos sentimos bien cuando pertenecemos a un grupo. Para ello es preciso clasificar, agrupar entre similares. De hecho, es algo que hacemos constantemente. Tanto es así que nos etiquetamos, por ejemplo, según la forma en que nos alimentamos (vegetarianos, omnívoros, veganos…), o por nuestro origen geográfico (americanos, europeos, africanos, etc.). También lo hacemos según sea nuestro color de piel (blancos, negros) y, evidentemente, según nuestro género: hombres y mujeres.

Una vez hecha la división, asignamos a cada grupo una serie de características. De este modo, a la mujer la sociedad le asigna atributos como la empatía, la flexibilidad, la capacidad de llegar al consenso, de colaborar, la generosidad o la intuición. Al hombre, por el contrario, se le categoriza por su fuerza, por su capacidad de entrar en acción, por su decisión, racionalidad, valentía, osadía o firmeza.

Hemos interiorizado tanto esta clasificación que hemos aprendido a comportarnos acorde a ella. Pero en ningún caso estos atributos son patrimonio de uno u otro género.

Lo que acontece es que hemos construido una realidad que propicia esta dualidad.

Equidad empresarial

Si lo llevamos al terreno de las empresas, es fácil constatar que es hegemónica la predominancia de las características típicamente masculinas.

Por otro lado, es interesante señalar la multitud de estudios que afirman cómo los atributos asociados a las mujeres contribuyen a modelar un estilo de liderazgo mucho más acorde con las exigencias del mercado, traduciéndose en bienestar para las personas y rentabilidad para las organizaciones.

A menudo parece que hemos simplificado la equidad de género a una confrontación entre hombres y mujeres. Mi experiencia, por el contrario, me lleva a la conclusión de que la equidad la alcanzaremos cuando las organizaciones creen las condiciones necesarias para que lo femenino, que atesoramos tanto mujeres como hombres, pueda expresarse sin cortapisas. Cuando lo racional y lo emocional conviva en un sano equilibrio.