¿Mandar o liderar?: Hábitos diarios que impulsan el buen liderazgo

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Llevar a cabo un buen liderazgo supone muchos beneficios, tanto personales como empresariales, para los gestores de equipos y sus empleados.

Alto rendimiento, consecución de objetivos pactados, personal más motivado, mejor clima laboral, mayor bienestar emocional en toda la compañía. Las ventajas que se esconden detrás de la gestión de un buen líder son infinitas, pero ¿realmente la diferencia entre mandar y liderar está clara?, ¿saben los jefes convertirse en un referente para sus empleados?

Un estudio del Observatorio de Innovación en el Empleo y Adecco, realizado a 1.000 jóvenes españoles de hasta 30 años, asegura que el 50,9% de los entrevistados valora que sus superiores en el trabajo sean “líderes” capaces de dirigir a los empleados, el 47,7% buscan en su jefe a “un mentor”, mientras que sólo el 1,35% desea un jefe que sepa mantener su papel de superior.

Sólo el 1,35% desea un jefe que sepa mantener su papel de superior.

Por ello, es necesario que se vaya dando una evolución para que la figura de jefe o superior tradicional desaparezca, y se dé paso a la imagen del líder comprometido con su equipo.

¿Cuáles son los hábitos de los buenos líderes?

A continuación, se muestran varios hábitos simples que impulsan el buen liderazgo y ayudan a que los equipos se gestionen con mayor facilidad:

  • Estar comprometido:

El interés y la participación es algo contagioso, pero lo mismo ocurre con sus antónimos. Es fundamental transmitir al personal una idea de entusiasmo e ilusión en todos los proyectos que se llevan a cabo. Los equipos comprometidos están más motivados y requieren una dificultad menor en su gestión, lo que derivará en un aumento de la productividad y de los resultados.

  • Ser agradable:

Las personas amables son las que más confianza inspiran y este aspecto es importante, no sólo para con los empleados, sino también a la hora de negociar con clientes. Habitualmente, recordamos el trato que se nos ha dado y tendemos a relacionarlo con el carácter de nuestro interlocutor. La imagen de persona fría y distante, en estos casos, no trae consigo ningún tipo de beneficio.

  • Tener interés:

En este caso, no nos referimos al entusiasmo del que hablábamos anteriormente, sino al interés que se muestra por el capital humano, que es lo más importante de las empresas. Para que los trabajadores confíen en un líder, es importante que este se muestre cercano y se interese por sus preocupaciones. Basta con empezar con expresiones simples, pero eficaces, como pueden ser: “¿cómo va todo?”, “¿puedo ayudarte en algo?

  • Ser uno mismo:

Mostrarse sin caretas ni tratar de aparentar algo que no es real. La falsedad se detecta rápidamente y daña mucho la confianza que se deposita sobre una persona y, por ende, su capacidad de liderar.

  • Admitir los errores:

No hay nada más humano que equivocarse, y admitir un error es una buena muestra de humildad y responsabilidad. Si se comete una equivocación, es tan sencillo como reconocerlo, pedir disculpas y tratar de ofrecer soluciones.

El buen liderazgo va mucho más allá que el hecho de dar órdenes, si el personal ve en su jefe a un líder que le sirve como referente, estará más motivado y será más productivo.