¿Estamos engañando a la generación de cristal?

Generación de cristal

¿Se romperá la generación de cristal cuando llegue a la empresa? En 2025, el 27% de la fuerza laboral mundial será de la denominada Generación Z, GenZers o “generación de cristal” (personas nacidas entre 1996 y 2012). ¿Están lo suficientemente preparados?

Un profesor universitario ha levantado la voz. Su testimonio, valiente y sincero, llena las redes sociales. En su propio perfil de LinkedIn, el catedrático de la Universidad de Granada Daniel Arias-Aranda hacía un aviso para navegantes: “Engañamos más que enseñamos”.

Tras 20 años de experiencia docente (por sus aulas han pasado directivos de grandes empresas), ha comprobado cómo el nivel de los estudiantes no deja de disminuir, mientras la sociedad, cómplice, disimula y mira para otro lado.

Las empresas deben saber atraer este nuevo talento, porque también tienen un potencial hasta ahora nunca visto. Son los primeros nativos digitales y no dudan en defender un mundo más justo, la diversidad o la lucha contra el cambio climático. Gracias a ellos, se ha podido gritar el #MeToo contra el acoso sexual o el #BlackLivesMatter contra la desigualdad racial.

Una foto fija de una generación muy viral

Estas foto fija de la Generación Z corrían como la pólvora en Linkedin y grupos de whatsapp. Para el profesor, el 95% de sus alumnos no tienen interés, ni saben estar y su capacidad de expresión es nula. Es falso que dominen otros idiomas. Sin embargo, el sistema les valida todo el rato: Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años”, se lamenta Arias-Aranda. Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en grupo? Son básicas para cualquier empleo. Cuando me escribes un email para decirme que te has peleado con tus compañeros de grupo o envías a tu madre a una revisión de exámenes, mi perplejidad no cabe en mi persona. Hace años que no recomiendo a ningún alumno para ninguna empresa.”

¿Estarán listos para la llegada al mercado laboral? “Y rezo porque esto sólo me ocurra a mí, y como mucho en mi facultad, pero no ocurra en Medicina o Ingeniería de caminos, sobre todo cuando cruce un puente o, Dios no lo quiera, esté en la camilla de un quirófano”, concluía Arias-Aranda.

Pues malas noticias: esta es la generación que ha empezado a incorporarse al mercado laboral tras la pandemia.  Suponen el relevo de la denominada “generación silenciosa”, la más fiel y respetuosa a la jerarquía empresarial. Ellos no lo son; de hecho, no dudan en airear en redes sociales que están dispuestos a dejar su trabajo. Por algo han hecho viral el hashtag #QuitMyJob. ¿Esta nueva generación suponen un viento fresco para un nuevo tiempo o es hora de volver a los básicos? Lo analizamos.

Los CEOS no son los padres

Igual que, cuando a un niño se le dice la verdad sobre los Reyes Magos, los GenZers deben descubrir que “los CEOs no son los padres”. La Generación Zeta tiene una necesidad “casi patológica” (dicen algunos psicólogos) por sentirse escuchados. Han crecido con YouTube, Twitter, Instagram o TikTok y, para ellos, “la vida diaria es una extensión de la red social. Necesitan micro-comentarios, impulsos cortos pero efectivos”, explica Víctor Peris, que se dedica a la digitalización empresarial en Indaws Business Solutions. Sobre todo, demandan reconocimiento público, “la palmadita en la espalda” que les confirme que han hecho un buen trabajo. Eso sí, las críticas deben darse con mucha mano izquierda. 

Generación de cristal

La anterior generación creció bajo la bandera de la meritocracia: si estudiabas, si trabajabas duro, todo tendría una recompensa. Ahora, esos mismos abnegados trabajadores les han tenido que contar a sus hijos que, aunque tengan una carrera universitaria o un máster, el futuro no está garantizado. España presenta un 32,3% de tasas de paro juvenil (pero también afecta a otros tramos de edad, no hay que olvidarse).  

Les hemos inculcado que vivirán peor que la generación anterior por mucho que trabajen, que la inteligencia artificial siempre penderá sobre ellos como una espada de Damocles. Resignación en vez de perseverancia.

Y, frente a ese panorama, no se les puede pedir fidelidad a una empresa: según un estudio de daVinci Payments, 8 de cada 10 miembros de los GenZers solo se comprometerían con su empresa si se sintiesen reconocidos y empoderados. Si no es así, “trabajarán proactivamente en su contra”. Sin obviar todo lo desatado durante la reciente macroinspección laboral a las Big Four que ha destapado la precariedad que padecen aquellos que se comprometen. Detrás de las grandes acciones de Greenwashing de algunas organizaciones y sus mediáticos propósitos, se esconde el mercado laboral real: horas extras no remuneradas, tensión emocional y exiguas remuneraciones que impiden la emancipación de los jóvenes.

“La Generación Z tiene la peor colección de factores estresantes entre los trabajadores del presente, desde la falta de oportunidades laborales hasta la inestabilidad financiera, pasando por la normalización de la cultura del estrés o la incapacidad para relajarse”, explica Kim Hollingdale, profesora de la psicología de la Universidad Pepperdine de California. ¿No es para estar deprimidos? 

¿Deben las empresas adaptarse a ellos o a la inversa?

No nos engañemos. Ninguna generación anterior lo tuvo fácil. Los baby-boomers tuvieron que adaptarse a la digitalización a marchas forzadas. La Generación X fue la que consiguió por fin la consolidación de la mujer en el mercado laboral… Por no hablar de todo lo que sortearon los crecidos en la España post guerra civil. 

Los GenZers obviamente tampoco se encontrarán con un camino de rosas, pero tienen algunas ventajas sobre sus predecesores. Es la primera generación nativa digital, no conocen el mundo sin Internet. Son los primeros que hablan abiertamente de salud mental y se encontrarán empresas receptivas con esa problemática. 

Se incorporarán a estructuras empresariales saneadas, donde se defiende la igualdad: no tendrán que luchar por demostrar su valía por culpa de su género, su orientación sexual, su ideología o su estado civil. Puede que las condiciones económicas no sean las más boyantes, pero, a cambio, tienen una flexibilidad laboral nunca vista en la historia. Llegan a compañías abiertas al teletrabajo y quizás sean ellos incluso los que consigan las jornadas laborales de 4 días. 

“Esperan que el camino sea llano para poder correr. Otras generaciones han estado acostumbradas a subir montañas. Mi experiencia con mi equipo joven es que necesitan que allanemos el camino un poco, pero, si les das espacio, correrán más que ninguna generación anterior. Son rápidos, MUY RÁPIDOS, pero no les gustan los puertos de montaña”, precisa Víctor Peris.

¿Es justo que se pida a las empresas que pasen el corta césped para que los GenZers se encuentren un mundo más blandito bajo sus pies? ¿O ya es hora de que empiecen a “echar callo” para crear entornos saludables donde ayudarles a desarrollar su potencial talento?