‘El Buen Patrón’: Goya al peor ejemplo de liderazgo

La película ‘El Buen Patrón’, del director Fernando León de Aranoa, se ha alzado con 6 de las 20 nominaciones que acaparaba. La cinta suma así seis cabezones, entre ellas película, dirección, guion original y actor protagonista por la magnífica interpretación de Javier Bardem en la piel de Julio Blanco, el empresario que da título a la película.

Más allá de su incuestionable interés cinematográfico, Canal CEO otorga a la figura de Blanco (propietario y presidente de la empresa familiar Básculas Blanco) su particular distinción de honor por suponer un magnífico ejemplo de lo que no es un líder empresarial en la actualidad.

Porque el personaje interpretado por Bardem ni es un buen patrón ni mucho menos un modelo de liderazgo. Al menos, no de un líder del siglo XXI, donde cualidades como el paternalismo, la hipocresía o el abuso de poder deberían ser destarradas de cualquier organización que aspire a mejorar no solo la calidad de vida de su plantilla, sino la del conjunto de la sociedad en la que opera.

Esfuerzo, equilibrio y fidelidad, pero no a cualquier precio

Los principios por los que teóricamente se rige la actividad de la empresa liderada por Blanco aparecen escritos en las paredes de la compañía: esfuerzo, equilibrio y fidelidad. Y realmente son valores que cualquier líder empresarial debería perseguir, pero que desde luego no son premiados en una compañía como Básculas Blanco.

En ella, la vida personal y privada de los empleados es mucho más importante que su esfuerzo en el trabajo. Y existe de todo menos equilibrio, ya que la relación entre el dirigente empresarial y sus empleados no se da en un plano de igualdad, sino que se basa en el abuso de poder. De la fidelidad mejor ni hablamos, ya que Blanco pide para sus trabajadores lo que él no practica ni con su esposa…

Entre el paternalismo y la hipocresía

Blanco se vanagloria una y otra vez de tratar a sus empleados como si fueran sus hijos. Ese tono paternalista, habitual en los estilos de dirección de épocas pasadas, carece de sentido en los tiempos actuales. Al fin y al cabo, lo que hoy demandan los profesionales no es que sus líderes les traten de una forma familiar, sino precisamente todo lo contrario: que faciliten la conciliación entre el trabajo y su verdadera familia, que desde luego no es la empresa.

Otra cosa que hoy busca el talento, sobre todo el más joven, es el ejemplo de líderes inspiradores. Blanco representa lo opuesto, pues presume de unos valores pero predica con otros totalmente distintos, como demuestran las decisiones arbitrarias que adopta, el trato inhumano que otorga a quien no comulga con sus ruedas de molino y las vomitivas relaciones que entabla con sus becarias, el eslabón más débil de cualquier organización jerarquizada.

La excelencia es otra cosa

Sin ánimo de desgranar la película a base de spoilers, la trama de El Buen Patrón gira alrededor de la nominación de Básculas Blanco como candidata a un premio regional a la excelencia empresarial. Curiosamente, el modo en que el personaje interpretado por Bardem trata de demostrar esa excelencia ante el comité de evaluación de los citados premios es tratando con el más absoluto de los desprecios a un padre de familia al que acaba de despedir. E incluso haciendo uso de sus relaciones con el poder político para quitarse de encima a ese lunar que ensucia su inmaculado cristal.

La excelencia empresarial es aquella que reconoce la capacidad de las organizaciones para innovar, transformar los procesos productivos en busca de una mayor eficiencia y conocer las necesidades tanto de los empleados como de los clientes para ofrecerles una respuesta adecuada. Ni rastro de todo eso hay en Básculas Blanco, por mucho que la magia del cine haga posible que la compañía del mal patrón y pésimo líder interpretado por Javier Bardem, quien con este papel se adjudica su séptimo goya (sexto como actor, uno como productor).