Antonio Garrigues Walker: Sobre liderazgos

G20 Imagen: César Mejías.

Necesitamos más que nunca líderes honestos y capaces, comprometidos seriamente con su responsabilidad y dispuestos a asumir las dificultades que conlleva esa posición. Y no los tenemos. El jurista Antonio Garrigues Walker analiza la situación en algunos países claves.

El del liderazgo actual de Estados Unidos

El país más poderoso del mundo tiene un líder a quien no le interesa en absoluto la relación atlántica ni ninguna otra relación exterior. Su lema es “America First”, un lema que han utilizado muchos Presidentes americanos, tanto republicanos como demócratas, que responde a sentimientos aislacionistas y también de autosuficiencia, y que a veces se tiñe con un sesgo racista.

Es un verdadero peligro que en esta época en donde la globalización avanza con una fuerza imparable e irreversible, los Estados Unidos estén dirigidos por un candidato que obtuvo menos de tres millones de votos que Hillary Clinton y a quien votaron en su mayoría los ciudadanos con un nivel educativo más bajo, aunque ello no afecte en modo alguno a su legitimidad.

Si ganara Joe Biden las elecciones de noviembre, las cosas mejorarían, pero no significativamente porque al final a la ciudadanía americana ni le preocupa la política exterior ni le interesa que su país influya y se comprometa con los problemas del resto del mundo.

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Foto: El Mundo

Una mirada crítica al mundo

En Europa es muy difícil saber quién manda y cuánto manda, pero parece claro que es Alemania el país con más capacidad de decisión y de influencia en casi todos los ámbitos sin duda por su potencial económico, pero así mismo por la brillante personalidad de Angela Merkel, uno de los mejores líderes que ha tenido Europa en toda su historia.

En Rusia, y en China, Putin y Xi Jinping controlan un modelo autoritario extremo con ciertas concesiones a algunas formas de libertad económica y tienden, como todos los dictadores, a perpetuarse en el poder.

India, aunque formalmente es la democracia parlamentaria más grande del mundo, tiene un alto índice de nepotismo político que la convierte en una democracia imperfecta liderada por un primer ministro Narendra Modi, con limitada sensibilidad en la protección de derechos humanos que en un país tan complejo como la India es la asignatura más difícil y más necesaria.

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En el mundo asiático, Japón, es sin duda una excepción positiva en términos de calidad democrática, -aunque la mujer sigue teniendo poco protagonismo-. Con riqueza cultural viva y alto crecimiento económico, pero con una distribución de riqueza poco equitativa ya que ocupa el puesto 84 en el coeficiente de Gini que mide este factor.

La dimisión de Shinzo Abe por razones de salud será resuelta o habrá sido ya resulta con prontitud y sin dramas porque es sin duda un país con un alto grado de estabilidad política debido a la fuerza del Partido Liberal Democrático que ha gobernado el país desde 1955, exceptuando dos breves periodos.

Sin liderazgo global

El mundo en su conjunto, no tiene aún un líder global y es muy posible que para lograrlo haya que esperar muchas décadas porque el peso de los nacionalismos no desciende en absoluto. El contrario, crece sin cesar, a pesar de que todos los problemas básicos se están globalizando con fuerza.

Hay que empezar a exigir con nuevos lenguajes, con nuevas actitudes y asumiendo los riesgos que sean necesarios, liderazgos menos débiles, menos continuistas, menos temerosos de arriesgar el poder. “El que resiste gana”, la famosa frase de Camilo José Cela, no hay que olvidarla ni descalificarla, pero tampoco hay que asumirla como la guía básica de comportamiento y desgraciadamente se está poniendo de moda.

Necesitamos un “reboot”, un reinicio del sistema. Las ideas también mueren y muchas de las ideas que se manejan actualmente están ya sobrepasadas, especialmente en el estamento político que sigue siendo el único estamento de la sociedad en donde se desconoce la necesidad de la innovación permanente.

La política aburrida pone en peligro la democracia misma. No la toleremos.

Esta pandemia que vamos a vivir hasta que se descubra –que se descubrirá- una vacuna eficaz, ya sea total o parcialmente, nos va a ayudar a darnos cuenta de que necesitamos líderes, que, aunque no sepan la solución o soluciones exactas –algo que nadie puede exigirles- se dejen de tapujos y den la cara.

Es decir que hablen con claridad y franqueza y abandonen los discursos retóricos, ambiguos y rutinarios. No se les paga para ello. Se les paga, como les decía Ortega a los argentinos, para que vayan “a las cosas”, es decir, para que cojan al toro por los cuernos y se dejen de andar por las ramas. No es ciertamente una petición exagerada. Seguro que algún día lo harán.

Por el momento estamos en manos de líderes, con un grado de vanidad excesivo, que entienden que la misión básica del poder es mantener el poder a toda costa.